El gran caserón se quedó sin tejado y tapiadas puertas y ventanas
Aún quedan los viejos estercoleros que nunca se usaron.
Tengo viejos y buenos recuerdos de «Las Viñas», aquella finca cerealista de Uncastillo sin una sola cepa, aunque tenga ese nombre evocador de que en algún tiempo estaría poblada por buenos viñedos.
Fue un verano de los años sesenta, cuando, por la amistad que nos unía a uno de sus propietarios fuimos a ayurdarles en la recolección de una buena cosecha, cuando en Ejea habíamos terminado de recoger la nuestra.
Instalada la trilladora en la era, frente a la casa, permitía divisar aquellos hermosos campos llenos de fascales, que poco a poco se acarreaban sus fajetes con los remolques hasta la era. La poca potencia del Steyr, el tractor que movía la trilladora, se apuraba con las largas y duras mieses de trigo Aragón 03 y se hacía interminable el verano, pero, era Agosto y las noches eran plácidas en el gran caserón con sus blancas jambas en ventanas y puertas, donde al atardecer, surgían buenas charradas entre gentes de uno y otro pueblo… Hoy recuerdo la amabilidad y sensatez de Máximo, aquel alto Guarda de Las Viñas, que en una bandolera de cuero lucía la placa metálica que justificaba su autoridad.
Hoy no he dudado en acercarme hasta allí; el camino está perfectamente arreglado porque por él se accede a la cantera de grandes bloques de piedra arenisca, para una empresa dedicada a la actividad de trabajar la piedra natural en Uncastillo, Olnasa.
Los campos están sembrados esperando la lluvia para una buena nascencia y son muy pocos los que están nacidos. Alguna alfalfa de secano, aún mantiene su verdor porque prácticamente no ha helado hasta estas fechas.
¿Y la casa y sus dependencias…? Todo ha quedado desolado, aunque la casa mantiene firmes y recuperadas sus paredes y tapiadas puerta y ventanas; no tiene tejados y en la era, ha quedado el recuerdo de ellos. Un viejo estercolero, que no tuvo razón de existir, si no hubiera sido por un capricho de la Administración de la época que impulsó con subvenciones y ayudas la construcción de éstos en muchas fincas, ha quedado tan muerto como nació. Y la balsa, que recogió las aguas para abrevar las mulas y ganados, aún quiere mantener su nombre con un poquico de agua.
Así son Las Viñas de ahora, vacías sus dependencias, como tantos lugares que conocí llenos de gentes, pero siguen produciendo tan buenas o mejores cosechas.
Me felicito de volver a recordar otros momentos vividos en ella, al visitarla, aunque con nadie pueda mantener una charrada por estos campos y caminos.
Grandes piedras hacen gala de la potencia de las máquinas.
Paja, olivos, grandes piedras y… ¿viñedos?
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