«Las norias son de origen mediooriental y fueron exportadas a la Península Ibérica en tiempos de Al-Andalus.» Wikipedia.
En las proximidades de la población ejeana, para regar los pequeños huertos familiares, existían muchas norias, movidas con una mula tranquila o un burro en otras ocasiones.
El agua era escasa para tenerla con frecuencia a pié del huerto, por eso existían las norias sobre los pozos que manaban pequeños caudales.
Los que éramos chavales en los años cuarenta-cincuenta, muchas veces tuvimos que arrear al animal detrás de él, para que no se parara, y no se cómo no se mareaba dando vueltas sin parar en tan poco espacio, alrededor del pozo.
La noria tenía su encanto, era en verano cuando funcionaba, por la mañana o al atardecer; daban ganas de cantar acompasados por el tac, tac, de las aldabas de la noria y el monótono chasquido de los pequeños chorros del agua, (sino había mosquitos).
Hace muchos años que no he existe la noria que regaba el huerto de mi abuelo «Añesa», el de «Sierrica», el del «Chán», el huerto de «Pirulo», Madurga y Doña Pepita. No hay norias en Vedilla, en Liscar ni en Remolinos. ¿Se irían a la chatarra?…
Pero en el Saso, en una parcela del Ayuntamiento junto a las viñas, que siempre cultivó la familia Miguel, apodados «Manín», se conservan los restos de la vieja noria sobre el mismo pozo, donde junto a él, han crecido unos grandes árboles que impedirían, ahora, girar alrededor del mismo.
Le faltan los cangilones que subían el agua; pero su estructura, aunque vieja, está completa y hoy la traigo aquí, antes que desaparezca.
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