En invierno, jugábamos a patinar en el Arba helada, debajo de «Santosoldao», bajando habilmente por el barranco, a guerras siendo niños, unos y otros a ambos lados del barranco que bajaba hasta el Arba de Biel, el barranco al que se vertían basuras y escombros y el perro que se nos murio.
A partír de los sesenta, los escombros aumentaban al crecer las obras de reformas y construcción de viviendas en el pueblo y la vaguada se iba cerrando, aproximando los dos extremos, siempre separados.
Por fin los 100 m. de ancho por los 160 m. desde la calle Eras Altas al río, se llenaron en toda su profundidad y fueron cubiertos los escombros con tierra vegetal y plantando distintos árboles y plantas, que hoy ofrecen un hermoso parque donde también llegan las calles: Casas de Esper, Luesia y Tiermas.
Bonito cambio para los que conocimos su imagen anterior.
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