Escuché el acuerdo tomado por el Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros, para restaurar y recuperar el viejo :: «Lavadero del puente alto» :: y la ::«Fuente de Bañera :: y me alegró la noticia, como cuando se recuperó el ::»Pozo del hielo» ::, por que son lugares donde se ha desarrollado gran parte de la vida cotidiana de nuestra villa.
Quizás, porque al ser mayores, recordamos con nostalgia aquellas pequeñas cosas y actividades, con las que convivimos en edades tempranas y quedaron para la historia.
Así, por ejemplo, recordamos en la misma «Cuesta de la fuente», una casa de la familia Palacio, conocida como «el colador», porque en ella, se realizaba por muy pocas monedas, aquella labor de blanquear la colada después de haberla lavado en el lavadero o en el Arba de Luesia, para lo cual tenían previsto una «tabla» para restregar y un «cajón» para apoyar las rodillas en una almohadilla.
En el citado «colador» tenían varios «terrizos» de barro cocido y un hogar donde hacían hervir el agua para el colado y conseguir la ceniza necesaria
Se da la circunstancia, que uno de los viajes que realizó Julio Palacio siendo muy joven, a la Bardena para traer leña para el colador, fue tan accidentado, que motivó a los copleros de entonces, como «Pedrosas», crear algunas canciones con notoria popularidad.
Y como del desarrollo del colado, no tengo claro como era, prefiero copiar el texto que sobre el mismo tema, en apartado Cultura, escribe Francisco Javier Lozano Allueva en la página de :: Blesa :: (Teruel), y es el siguiente:
El uso más antiguo consistía en tapar el cuezo con una tela gruesa a manera de cedazo o colador. Sobre este se colocaban unas cenizas determinadas previamente seleccionadas y producidas y vertían agua hirviendo. La reacción producía una especie de lejía que pasaba a través de la ropa arrastrando la suciedad y se recogía por el conducto inferior, se volvía a calentar y a verter. El proceso podía durar veinticuatro horas o más, a pesar de lo cual, por lo que me han contado, la ropa no quedaba de un blanco puro, sino que tomaba un tono amarillento. Para conseguir un blanco luminoso utilizaban el famoso «azulete».
Al margen de la mencionada actividad, «El Colador» venía a ser como un «vestidor» para algunas mujeres de Rivas, que venían andando a Ejea con sus alpargatas, y allí, las sustituían por los zapatos para hacer sus compras en Ejea, y el Sr. Julio Palacio, con mil amores, guardaba el calcero, pañuelos y lo que dejaran hasta el regreso. Alguna olvidó un paraguas, que nunca recogió.
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