En todos nuestros pueblos, se celebra con devoción la Semana Santa, ** Ver la de Ejea **; pero hay pueblos, como Biel, donde se dan unas circunstancias muy distintas, que le dan una relevancia digna de mencionar, es la subasta que se celebra antes de la procesión, pujando por cada una de los pasos para ser llevado en procesión. Como el tema es complejo para explicarlo, mejor lo leen Vds. directamente de la pluma de su alcalde José Luís Lasheras **Leer** en la página de Biel.
En Ejea de los Caballeros, a partír de 1963, la procesión de Semana Santa, que solamente salía el Viernes Santo por la noche, precedida por un «Pregón» en la misma tarde, fue evolucionando paulatinamente, efectuándose desfiles procesionales en los días anteriores al Viernes Santo, y actualmente, desde el Domingo de Ramos que por la mañana desfila la Cofradía de «Nuestro Señor a la Entrada de Jerusalén» con palmas y ramos de olivo y por la noche, la Cofradía de «Nuestro Señor en la Oración del Huerto» fundada en 1964, como expone su estandarte finamente bordado, hasta el mismo Sábado Santo, que desfila la Cofradía de la Soledad, integrada en su mayor parte por vecinos del pueblo de Santa Anastasia.
Atrás quedaron sin volver a la procesión, «Las Tres Mariícas», «El narangero», que no era otro que Jesús en el Huerto, aunque de olivo a olivo, se colocaban rastras de naranjas, no se porqué, «El balcón de Pilatos» con tres respetuosas figuras que amenazaban caerse del balcón y «San Pedro con el gallo».
Todos los pasos sobre los hombros, y al tiempo de descansar, allí estaban las «muletas», los cuatro o seis apoyos de madera de más de un metro de altas, que llevaban los chicos que tenían alguna influencia con los portadores del paso; y bien visibles, los faroles colocados en las esquinas de cada paso, alumbrando con sus cabos de vela, la lúgubre procesión.
La misma finalidad tenían, los faroles con palo, que llevaban otros chicos entre la banda de música, para que los músicos, leyeran sus partituras en la obscuridad de las calles.
Escoltando los principales pasos, iban los «alabarderos», los mismos soldados romanos que hacían guardia en «Los Monumentos» de las tres iglesias, (El Santísimo Sacramento en el sagrario, bellamente engalanado). Y precediendo la procesión, los caballos con sus caballeros, dando órdenes militares.
Lógicamente, ahora es todo más espectacular, cargado de luces, de bombos, cornetas y tambores… ¡Muy bonito !; pero aquellas Semanas Santas, tenían otro encanto, un fervor más profundo. Quizás sobraban las grandes telas negras y moradas, que cubrían todos los altares, las costumbre de recoger «siete malvas y piedrícas» el día de Gloria, al volver a escuchar las campanas, que habían sido sustituidas por la gran «Carracla» del Salvador, durante la Semana Santa.
En fin, ni mejor ni peor; el pasado es historia y hay que vivir el presente, como los tiempos mandan.
Sin comentarios