Primavera en Cinco Villas, es hablar, como en muchos lugares, de campos verdes, de flores de todos colores y hoy, al recorrer las carreteras de nuestra comarca, es un gozo ver sus campos tan limpios, solo con el verdor propio de los órdios y trigales.
Los que ya sumamos muchas primaveras y las hemos vivido precisamente como agricultores, recordamos cómo hasta los años cincuenta, los sembrados se llenaban de malas hierbas, ofreciendo en primavera, todo el colorido que ofrecían las diferentes especies, predominando las «florianas blancas y amarilleras, » Sinapis arvensis, entre los «ababoles» Papaver rhoeas y cardos de todo tipo.
Las escardas manuales se hacían eternas, arrancando las malas hierbas con la mano si había tempero o cortándolas a ras del suelo con estrechas «ajadicas»para eliminarlas, hasta que apareció el 2,4D, el maloliente producto hormonal, que como un milagro conseguía retorcer y matar a las hierbas de hoja ancha que era lo que predominaba, posteriormente, ante la falta de esa competencia, las invasiones en los cereales cambiaron y fueron de luello y ballueca; pero ese es otro cantar.
Lo cierto es, que si la mecanización agrícola, pasando de las mulas al tractor fue importantísima, la llegada del 2,4D, fue un paso decisivo para conseguir buenas cosechas y olvidar los dolores que producían en piés y manos, los pinchos de los «abrojos» al recoger las mieses después de segarlas.
Como muchos de los descubrimientos, este no lo fue para mejorar cosechas y mejorar la calidad de vida de los agricultores, sino todo lo contrario; se fabricó para destruir los cultivos y aniquilar la vegetación con el llamado «Agente naranja«, en una guerra, que como cualquier otra, nunca debió de existir.
La química industrial aplicada a la agricultura nació a mitad del siglo XVIII con los fertilizantes agrícolas, y simultáneamente surgió una interrogante: ¿cómo eran el metabolismo de las plantas y su funcionamiento? Así emergió la «fisiología vegetal» en la primera mitad del siglo XX en Rothamsted, California, en el Reino Unido y en Japón.
Los primeros estudios sobre las hormonas vegetales se efectuaron en Estados Unidos sobre semillas de avenas y se aislaron auxinas naturales. En Japón, entretanto, los científicos estudiaron plántulas de arroz enfermas y aislaron el ácido giberélico. Después vinieron el etileno, las cinetinas y citocininas.
En mayo de 1945 dos navíos cargueros militares estadounidenses repletos de 2,4-D –con el código LN9– y de 2,4,5-T –con el código LN12– amarraron en las Islas Marianas, en el Pacífico, próximas a Japón, para decidir la guerra. Pero el macabro éxito de las bombas nucleares anticipó el desenlace e impidió el uso de estas armas biológicas.
Tras la derrota de Estados Unidos y el fin de la guerra sobraron 30 millones de litros de estos productos, que fueron vendidos a Brasil, Bolivia, Colombia y Venezuela para su distribución comercial entre los ganaderos, quienes, a su vez, los utilizaron en la deforestación.
Pocos años después, el producto llegó a nuestra comarca con fines beneficiosos, limpiar nuestras cosechas. Recuerdo su nombre: Primma 40 y era distribuido por la Casa Meden en bidones de 25 litros. Su aplicación, un pulverizador de 200 litros y ocho metros de anchura, arrastrado con una mula. ¡Una gozada «escardar» así!
Pero este producto ya es historia, cuestionado por sus posibles efectos cancerígenos ha sido sustituido por Sulfonilureas, para resolver los problemas de las malas hierbas en los cereales de trigos y cebadas.
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