Nadie de cuantos hablé del tema en Valpalmas, recuerda que en esta población haya existido un peirón como el de Piedratajada, sin embargo, a la entrada de las escuelas, construidas a finales de los cincuenta donde solo eran campos de labraza al entrar a la población, construyeron a su vez, al terminar el viejo murete que linda con el camino, un monolito de piedras que ampara una hornacina cuadrada realizada con ellas mismas y cemento, donde colocaron una imagen de Santa Bárbara.
Ante esta construcción bien realizada, que se mantiene en buen estado hoy sin imagen alguna, ya que según me cuentan ha sido trasladada a la iglesia, cabe preguntarse: ¿Levantaron este monolito evocando la existencia en estos lugares de un anterior peirón, o como lo llamasen, donde veneraban a Santa Bárbara?
Ante la duda sin despejar del objeto de esta construcción, solo cabe fotografiar lo existente y recordar, que bajo la cruz artística de hierro y en el hueco de la hornacina de cemento se veneró a Santa Bárbara, la Santa Protectora contra las tormentas.
Como circunstancia curiosa, cabe destacar que en esta población cayó un rayo en la torre de su iglesia, que causó la muerte de su párroco, cuando D. Santiago Ramón y Cajal, siendo niño, asistía a la escuela ubicada junto a la iglesia y, él mismo, describía en posteriores escritos suyos, como relata D. Antonio Beltrán en su libro Valpalmas:
«El rayo que cayó en la escuela dejó un profundo recuerdo en mi memoria, pues por primera vez apareció ante mí la fuerza ciega y arrolladora de la Naturaleza.
He aquí el horrible suceso. Era un sábado por la tarde, y, como de costumbre, (ante la tormenta) estábamos los niños en la escuela rezando con la maestra. Rápidamente se cubrió el cielo de nubes y retumbaron violentamente algunos truenos, que nos asustaron. De repente, sonó un formidable estampido, que sacudió el edificio y heló la sangre en nuestras venas. Polvo espesísmo, cascotes y pedazos de yeso, desprendidos del techo, cegaron nuestros ojos, y un olor de azufre quemado llenó la sala, en la cual, despavoridos, corriendo como locos, empujándonos unos a otros bajo aquel chaparrón de proyectiles, buscábamos, sin encontrar, la salida…
Alocados por el terror, ignorábamos lo que pasaba; creíamos que se había hundido la casa, que la iglesia se había derrumbado sobre la escuela…; todo se nos ocurrió, menos que había caído un rayo.
Bajo la campana, envuelto en humo espeso, con la cabeza que salía fuera del muro, estaba el pobre sacerdote, que creyó, inocente, ahuyentar el nublado con el imprudente doblar de la campana. Algunos subieron a socorrerle le encontraron con las ropas ardiendo y una terrible herida en el cuello, de la que murió pocos días después. …el trágico suceso me produjo gran asombro. Lamentaba la muerte del pobre Párroco, el susto de mis compañeros, el destrozo del templo. Un fondo de amargura quedó en mí al ver que el furioso engranaje de los elementos no respetaba nada, y como fuerza ciega había causado tantas desgracias; aunque, a decir verdad, según supe después, una grave imprudencia, cometida por ignorancia, tuvo buena parte de culpa en tan desastroso suceso.»
Hoy, nos seguimos acordando de Santa Bárbara, solo cuando truena.
“Santa Bárbara bendita,
que en el cielo estás escrita
con papel y agua bendita.
Jesucristo está enclavado
en el árbol de la cruz,
Páternoste amén Jesús”
Sin comentarios