Ornamento ante la Iglesia de la Virgen de la Oliva en su Fiesta.
Nada aportan favorablemente al embellecimiento de la entrada del templo.
La plantada del «mayo» en los pueblos de nuestra comarca, que realizaban al llegar el mes de Mayo, los mozos, quintos de cada año, ha sido una tradición muy antigua, que prácticamente desapareció de todos ellos.
Originalmente se trata de una celebración que se lleva a cabo al inicio de la primavera y tiene un sentido no solo de protección de las cosechas. El esfuerzo de los quintos de Sádaba, Biota, Orés, Valpalmas, Castilliscar, Ardisa y Farasdués y la solidaridad de sus vecinos para plantar el mayo, ponen de manifiesto el valor unificador de esta tradición que se extendió a todos los pueblos de las Cinco Villas. (Ejeadigital 2007)
Cierto, que el deseo de recuperar nuestras antiguas tradiciones, por parte de la juventud, han hecho posible que en algunas plazas de nuestros pueblos, veamos para sus fiestas mayores plantado un esbelto chopo, procedente de las riberas de nuestros ríos, como en Erla y Valpalmas. En este último caso, procedente del término de Luna regado por el Arba de Biel. *Recordar*
Posiblemente en Ejea también existiría esta tradición, aunque no tengamos referencias concretas de ello, mas bien han sido guirnaldas, colgaduras y arcos engalanados con ramas de laurel, pino, sabinas y yedras los que nos recuerdan viejas fotografías de momentos históricos, como a la llegada del tren en 1915 o de las aguas del Canal de las Bardenas en 1959.
En La Plaza de la Virgen de la Oliva y concretamente para sus fiestas, se plantaban unos altísimos chopos frente al templo, unidos por guirnaldas y cuya tradición se ha querido guardar, aunque a partir del primer embaldosado de la plaza, los árboles eran plantados en unos bidones de chapa.
A partir de la remodelación de la plaza, también cambió el sistema de la ornamentación de la entrada al templo, ya no se pusieron árboles; pero se plantaron unos altos tubos en el suelo, donde cada año y en unos pequeños registros, se introducían ramas y más ramas de pino para dar imagen de ser unas auténticas coníferas adornadas de verde vegetación. Algo que se ve como una manifestación de buenas intenciones y un falso recuerdo de lo que fueron los «mayos». A mi, sinceramente, nunca me ha gustado esa forma de engalanar la plaza de la Virgen de la Oliva; ese querer y no poder, que resulta antiestético y lastimoso en cuanto las ramas de pino van perdiendo su verdor y ver las baldosas de la plaza, deterioradas por las maniobras de tractores y vehiculos pesados al instalar y montar el tinglado.
Ahora la plaza, al estrenar nuevo pavimento, con unas fuertes piezas de hormigón dando imagen de piedra natural, dan a este lugar un nuevo encanto que debemos mantener con especial mimo.
Se había mejorado el graderío que transformó la ladera en 1984-85, cuando los viejos talleres del Instituto Laboral dieron paso al Teatro de la Villa de la mano del Arquitecto Daniel Olano, y tras rescatar los restos del desaparecido Convento de Franciscanos de 1828, la Plaza de la Oliva es un lugar acogedor, que tendrá que dejar de ser un parkin de vehiculos y olvidarse para las fiestas Mayores, de esas atípicas instalaciones que quieren evocar, algo que solo se consigue con verdadera autenticidad.
Confiemos que los responsables de todo ello, pongan los medios necesarios para que no se repitan daños en el nuevo pavimento y se mantenga la belleza de una plaza limpia y despejada de falsos ornamentos.
En 1955, siendo alcalde de Ejea D. Celestino de Miguel y párroco mosen Jesús Francisco Coderque, acompañados de destacadas autoridades, como el Presidente de la Diputación Provincial, Dr. A. Zubiri Vidal, se colocaban en la plaza altísimos chopos para engalanarla, como muestra la foto.
1 comentario
Muy acertada tu opinion sobre la plaza de la Oliva. Es momento de hacer las cosas con naturalidad, tambien hacia nuestra patrona. Angel.