Javier ANDREU PINTADO*
Director Científico del Plan de Investigación de Los Bañales
Profesor de Historia Antigua y Arqueología en la Universidad de Navarra
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Los Bañales, la huella de Roma en las Cinco Villas, ayer y hoy
Mi primera visita a la Comarca de las Cinco Villas constituye uno de los más nítidos recuerdos que conservo de mi infancia, acaso porque lo he rememorado muchas veces y, especialmente, en estos últimos años en que he pasado tantas gratísimas horas entre nuevos amigos en este territorio y en que he vivido algunas emociones inimaginables quizás de las mayores que pueda vivir un historiador de la Antigüedad. Tendría yo poco más de doce o trece años cuando, a comienzos de los años ochenta, mis padres –a petición mía– me acompañaron a Sádaba. El objetivo era doble: visitar el castillo –mis padres lo conocían pues mi abuelo, turolense de nacimiento y borjano de adopción, fue durante algunos años maestro en la Escuela de Sádaba– y conocer eso que en algunos libros había visto descrito como el “Altar de los Moros”, el célebre acotado funerario romano de los Atilios… Si una vocación profesional también tienen un momento de destello, de luz, un “Damasco”, el mío está claro que se produjo allí. Fue contemplando ese monumento que, fascinado especialmente por sus textos latinos –que yo apenas conseguía entonces leer–, comprendí que debía dedicarme al mundo clásico y, en particular, como más adelante vería con claridad –y podría hacer real–, a las inscripciones romanas, a su estudio, a su interpretación, a su investigación como documento histórico y, sobre todo, a su difusión. Latía en ese primer impulso, seguramente también, la vocación pedagógica que habían inculcado en mí mis padres, ambos maestros de formación y de ejercicio profesional.
Altar de los Atilios. Sádaba
Tras esa primera visita hubo varias más al propio monumento y más tarde, ya a comienzos de los noventa, una –al menos la primera que recuerdo– al yacimiento arqueológico de Los Bañales. A mediados de esa década –cuando realizaba mi Tesis de Doctorado en la Universidad de Zaragoza bajo la dirección del Prof. Francisco Beltrán Lloris, que en su día, y de la mano de su padre Antonio Beltrán, también había excavado en Los Bañales– tuve, incluso, que explicar la ciudad romana –lo que entonces se veía de ella: apenas las termas, el acueducto, las columnas de la domus septentrional y un pequeño ángulo de lo que hoy es el foro, entonces cubierto de maleza– a un grupo de jóvenes investigadores del programa Erasmus que, procedentes de Italia, Portugal y diversos rincones de España y de la mano del Vicerrectorado de Relaciones Internacionales de la Universidad de Zaragoza –en la que me formé como estudiante de Historia– participaban en un selecto seminario de formación sobre la Romanización. De aquella segunda visita recuerdo una larga conversación con Miguel Ángel Zapater, entonces ya guarda de monumentos del Gobierno de Aragón, de la que aprendí muchísimo. Hoy Miguel Ángel es pieza clave en la protección de este espacio que, entonces, daba la sensación de haber estado sumido, durante décadas, en un estado de absoluto y alarmante abandono y, como tantos otros cincovilleses, lo cuida y vigila mientras nosotros no estamos, especialmente entre Diciembre y Febrero en que, normalmente, la actividad arqueológica y divulgativa que desarrollamos se detiene casi por completo…
Javier y Paula, «esposa y compañera en tantas lides cincovillesas»
Fue sólo cuando terminé mi Doctorado –que, providencialmente, de nuevo, versó sobre los municipios flavios, el tipo de estatuto jurídico con que parece se articuló Los Bañales conforme al Derecho de Roma a partir de finales del siglo I d. C.– cuando pude empezar a interesarme de lleno por la ciudad romana de Los Bañales como objeto investigador. El yacimiento reunía para mí demasiados atractivos. Además del emocional y del jurídico ya explicados antes ofrecía un sugerente catálogo –entonces no muy bien estudiado y, en cualquier caso, muy disperso por publicaciones de diverso signo– de epitafios romanos que me parecía que debían esconder más de lo que de ellos se había dicho hasta entonces. Además, Los Bañales parecía corresponder a una antigua ciudad del territorio de los Vascones antiguos, sobre los que había iniciado trabajos de investigación apenas finalicé mi doctorado, especialmente cuando me incorporé a la Universidad Nacional de Educación a Distancia y con mayor intensidad si cabe ahora que, desde hace ya dos años, profeso en la Universidad de Navarra. Además, cerca de Los Bañales había otros dos enclaves romanos –Cabezo Ladrero de Sofuentes y Fillera de Sos del Rey Católico– que compartían con Los Bañales atractivos semejantes además del innegable de parecer espacios prácticamente vírgenes que, a mí –y a mi esposa Paula, compañera en tantas lides cincovillesas– nos parecía escondían un potencial extraordinario. Sin embargo, por mucho que soñase con grandes hallazgos, con desvelar secretos y con aportar nuevos documentos a la investigación en mundo antiguo, Los Bañales y la huella romana en las Cinco Villas nos han superado en capacidad de sorpresa y, como he escrito en otras ocasiones, no se han dejado ganar en relación a la generosidad –en cualquier caso amplísima– con la que mi equipo y yo nos hemos entregado a ellos –y a toda esa huella romana de las Cinco Villas, desde Ejea hasta Sos pasando por Castiliscar y Sofuentes– para convertirlos en lo que hoy son, seguramente uno de los yacimientos en el punto de mira de la investigación en materia de Ciencias de la Antigüedad. Es posible que entonces soñase –aunque siempre he sido de sueños modestos y realistas– con grandes hallazgos, incluso con que lo que ya entonces intuíamos como un edificio público –hoy espléndido foro, uno de los más notables del Norte de la antigua provincia Tarraconense– nos regalaría estatuas e inscripciones pero, creo que nadie imaginaba lo que Los Bañales nos tenía reservados, tanto que cuando escribo estas líneas casi me da pudor pensar lo que, de pronto, cualquier día, Los Bañales –como ha demostrado en estos ya casi diez años de trabajo– podrá regalarnos superando, como ha hecho en estos últimos años, la magnitud del último hallazgo.
Pero en toda esta evocadora historia el punto de inflexión, sin duda, fue 2008, un año tan crucial y recordado para todos los aragoneses y clave incluso para un ‘aragonés de Pamplona‘ –muy navarro, en cualquier caso– como me considero. Entonces, la Fundación Uncastillo, con extraordinaria audacia preparaba un –merecídisimo y esperadísimo durante décadas– plan director para el lugar y, tras varios descartes realizados por la Dirección General de Patrimonio para –junto con Juan José Bienes, director técnico y uno de los arqueólogos de más dilatada experiencia y consolidada reputación en Aragón– ocupar la dirección científica del proyecto, aquella responsabilidad, como por la puerta de atrás y por casualidad –si es que en la vida hay casualidades, que no las hay– recayó en mí. Desde entonces, entendí que el primer reto que teníamos por delante en Los Bañales era el de ser capaces de reconciliar a la gente de la Comarca de las Cinco Villas con ese elemento arqueológico –y paisajístico, incluso: Los Pilarones forman parte de la imagen identitaria de cualquier cincovillés sea cuál sea su edad– tras los notables pero interrumpidos esfuerzos de José Galiay y de Antonio Beltrán. El listón estaba alto pues ambos nombres lo habían sido todo en la Arqueología aragonesa y la huella de su legado investigador aun nos sale al encuentro, constantemente, entre las gentes de la Comarca, pero eran nuevos tiempos y había que colocar el viejo “vino” del yacimiento en “odres” nuevos. Sin embargo, un rol que Antonio Beltrán ejerció de modo muy solvente siempre creí que debíamos mantenerlo sin reservas: hacer de Los Bañales una gran “escuela”, un gran espacio de formación. Entonces parecía un sueño pero hoy son más de 400 los estudiantes que, de todos los rincones de Europa y aun del mundo –este año tendremos taiwaneses o chilenos– se han formado en las técnicas propias del método arqueológico bajo el duro y reluciente sol de las Cinco Villas.
Es así como, en estos años –y siempre con el apoyo personal, individual, de tantos y tantos cincovilleses que vibran a diario con nuestros trabajos y a los que sería imposible citar uno a uno– muchas cosas han cambiado en Los Bañales pues, efectivamente, lo que se ha conseguido en el lugar ha sido mérito de todos. Los Bañales, y con ellos el patrimonio romano de las Cinco Villas, han pasado, de ser un espacio invadido por la vegetación y que, hace apenas diez años, daba muestras y síntomas claros de olvido –yo mismo publiqué en los años noventa en Heraldo de Aragón un artículo titulado “Los Bañales de Uncastillo o el abandono de nuestro pasado”–, a ser un espacio que visitan al año casi tres mil personas en una cifra creciente al ritmo de la actividad de difusión que realizamos en redes sociales –donde nos siguen más de cinco mil personas, especialmente en Facebook– todos los miembros del equipo y en la que en los últimos años tanto nos ha apoyado ADEFO Cinco Villas. En este tiempo Los Bañales ha pasado de ser una especie de asignatura pendiente de la Arqueología aragonesa a ser, probablemente, el más espectacular enclave romano de la Comunidad Autónoma y, en definitiva, uno de los centros de actividad cultural en torno al patrimonio romano más animados de cuantos existen en el Norte Peninsular recuperando poco a poco destellos de la vida que debió tener en sus años de esplendor entre la época de Augusto y la del emperador Marco Aurelio, entre los siglos I a. C. y III d. C.. Los restos arqueológicos de Los Bañales eran, hace sólo unos años, difíciles de entender; hoy, gracias a los paneles explicativos, a los esfuerzos que realizamos en redes sociales y en YouTube, a nuestra página web y, sobre todo, a las distintas y crecientes secciones del Museo Virtual de Los Bañales, son ya fácilmente comprensibles para personas y visitantes de cualquier edad y condición social. Los Bañales, tras el esfuerzo de Antonio Beltrán, hercúleo para su época, habían salido del circuito científico y hoy están presentes, a lo largo del año, en una media de una decena de publicaciones de impacto y de congresos anuales en España y en Europa y hay, incluso, quienes se atraven a considerar que el modo cómo estamos gestionando el lugar es un ejemplo de “Arqueología Pública”. Nosotros preferimos decir que es un ejemplo, simplemente, de “Arqueología Viral”, de una investigación que hemos explicado persona a persona, a todo aquél que se ha acercado a vernos. Y, para terminar este balance, Los Bañales era hace diez años un espacio en el que muchos cincovilleses ya no confiaban pues pensaban que si Antonio Beltrán se había retirado de ellos era porque ya no tenían mucho que ofrecer. Sin embargo, hoy se ha convertido –y, de la mano de la Comarca de las Cinco Villas y de los Ayuntamientos de Uncastillo, Layana, Sádaba y Biota, que tanto nos apoyan, hemos de seguir remando juntos para que así sea– en todo un estandarte del futuro, cultural y turístico, de esta tierra que ya siento muy mía: las Cinco Villas.
No ha sido un milagro, sin duda. Simplemente lo vivido estos años en la ciudad romana de Los Bañales –y lo que, seguro, nos queda por vivir– ha sido el resultado de la conjunción, bajo un adecuado liderazgo científico y técnico, de dos patrimonios, el patrimonio arqueológico romano –tan fascinante– y el verdadero patrimonio –y el más rico– de la Comarca: los propios cincovilleses… Sin ellos, nada habría sido posible.
Pamplona, Mayo de 2016.
P.D. Recordar que el día 24 de Julio a las 10,30, todos los cincovilleses que lo deséen podrán visitar la VIII Jornada de Puertas abiertas en Los Bañales.
3 comentarios
Lujazo, contar con un investigador-profesor como Javier Andreu. Y más sabiendo que el acotado funerario de los Atilios de Sádaba fue el que le «encendió» su pasión por la arqueología, de cuyos descubrimientos estamos tan orgullosos…
He tenido la suerte de compartir con este gran profesional que es Dn. JAVIER ANDREU PINTADO, varias jornadas dedicadas al conocimiento de los Bañales, tanto en el propio campo, como en el Museo de AQUAGRARIA, acompañado de mi amigo Javier Planas. Siempre nos ha entusiasmado su trabajo y la fuerza que nos ha transmitido con sus explicaciones. Esperamos seguir presenciando muchos más hallazgos que salgan del trabajo de este gran profesional, y de los alumnos que todos los años les rodean. Enhorabuena Dn. Javier, y gracias Pepe por acercarnos a a tu Blog esta gran persona.
Gran trabajo el realizado por Javier del que todos los cincovilleses nos sentimos orgullosos. Queda mucho por descubrir. Ánimo y a seguir adelante.