Solo dos pequeños campanicos tañen en el Santuario de Monlora, recientemente colocados, como me cuenta Asun Duarte, una amante de la Virgen de Monlora, que se quedó extrañada, de las vicisitudes que acaecieron con las campanas de este Santuario, que yo aportaba al hablar de Luna *recordar* y recogía de la Tesis Doctoral de Pascual Marteles López, 1990, sobre «La desamortización de Mendizábal en la provincia de Zaragoza (1836-1851)»
Ciertamente un hecho lamentable, que afecto a iglesias, santuarios y conventos, siendo los masculinos los primeros en llevarse a cabo, a la vez que las iglesias, dejándolas desposeídas de sus campanas, que en muchos casos, no han podido volver a poblar sus campanarios y espadañas.
Hoy, con sumo gusto, quiero ampliarle aquel texto, de la misma Tesis Doctoral de Marteles, que dice:
9.5.- VENTAS DE CAMPANAS DE CONVENTOS
Uno de los cometidos de la Junta consistió en encargarse del apeo de las campanas de todos los conventos de la provincia y ocuparse de su traslado a la capital. El apeo era anunciado en subasta y correspondía a los Ayuntamientos designar la persona que las trajera a Zaragoza, corriendo a cargo de la Junta los gastos de transporte. De acuerdo con las fechas de su supresión, se desmontaron en primer lugar las de los conventos de varones y después las de las monjas.
Una vez almacenadas en algún convento de la capital, un sargento de Carabineros se encargaba de la custodia del depósito. Si alguna campana no llegaba a ser abatida, como ocurrió con una de Santa Engracia o la campana «Isabela», de la iglesia de San Cayetano de Zaragoza, el mismo sargento se ocupaba de tasarlas in situ. A las subastas de venta del metal de esta procedencia se les daba publicidad por todo el país y en los casos de cesión al Ejército del plomo de las campanas, el gobierno fijó finalmente un precio uniforme para todas las provincias.
En los primeros meses, hacerse con todas las campanas de la provincia era de suma importancia, no sólo por su valor económico, sino por el valor estratégico. En una época de guerra civil, una campana en manos del enemigo es aumentar sus posibilidades de agresión (previa trasformación en proyectiles y cañones, por supuesto). Las órdenes relativas a este asunto fueron siempre muy tajantes, tanto las de la Junta Superior a la Provincial, como las de ésta a los comisionados subalternos y Ayuntamientos.
Gran parte de las campanas se pudo recoger rápidamente y se procedió a su venta, pero no debió ser muy ventajosa la operación porque el 16-8-37 llega a la Junta una R.O. de 22-7-37, en la que se manifiesta que es ínfimo el valor de la subasta de las campanas de la provincia de Zaragoza y que se espera que el hecho no vuelva a repetirse.
Pero no todas las campanas de los conventos de frailes de la provincia, habían llegado a Zaragoza, enviando la Junta Provincial, apremios para su envío a La Almunia, Ateca, Maella y otros ayuntamientos, que justificaban, les habían robado las campanas.
En el caso de Luna, la Junta Provincial de Enajenación y Venta fue tajante:
La Junta dispuso el 2-12-37 que se subastaran, a petición de Ramón Garasa, vecino de Luna, las 24 arrobas del metal de las campanas del convento de franciscos de Monlora. Para proceder a la enajenación se pidió su traslado a Zaragoza y ante la respuesta del alcalde de Luna de que no las enviaba, ya que iba a ocasionar más gasto que beneficio, debido a la distancia y a que por su peso era difícil sacarlas, la Junta le envió un oficio conminándole a que lo hiciera con toda celeridad, aunque fuera a pedazos. Por fin el traslado se llevó a cabo y se abonaron al alcalde de Luna 105r por gastos de apeo y envío de las campanas. Estas pesaron, hechas pedazos, casi 27 arrobas más otras 3 de hierro.
El desmonte de las campanas del monasterio de Santa Engracia, en la misma capital, también ocasionó algún problema, aunque de distinta índole, a la Junta. El 11-8-37 el rector y parroquianos de la iglesia le comunicaron que se negaban a hacer efectivo el pago de una campana hasta que no dispusiera de ella la Junta de Enajenación de Huesca, a cuya diócesis pertenecía el monasterio. Se les responde que Santa Engracia corresponde al distrito civil de Zaragoza y que, por lo tanto, corresponde a su Junta entender en ello y que si en el plazo de tres días no hacían efectiva la cantidad que se les asignara, se procedería a su descendimiento y traslado al depósito. No fue necesario llegar a tales extremos; veinte días más tarde se recibió la respuesta de los interesados de la parroquia, por la que se avenían a pagar el importe de la campana.
La iglesia con la Patrona de Luna
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