Ángel A. Jordán Lorenzo
Director científico del Proyecto Arqueológico Cabeza Ladrero, es Doctor en Historia por la Universidad de Navarra y miembro del Archivo Epigráfico de Hispania. Ha sido director de las excavaciones arqueológicas en El Pueyo entre 2012-2014 y colaborador en numerosos proyectos en España y Europa.
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Dusanharo y el Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero
Como arqueólogo y epigrafista busco comprender las sociedades del pasado. Esto se realiza a través del estudio de los restos que se recuperan en las excavaciones, que engloban tanto a los artefactos realizados por el ser humano, como a aquellos de carácter biótico. Creo que nada hay más emocionante que conocer a través de los objetos que encontramos las historias perdidas de la gente que los poseyeron hace siglos. Son nuestros antepasados, con sus singularidades, quienes han creado la Historia y ahora gracias a nuestra labor de investigación nosotros podemos vibrar con ella, rescatándolos del olvido. Se trata de gente normal, con sus historias de amor y odio, de dolor y esperanza, que vuelve para enseñarnos lo que nosotros queramos aprender de ellos.
En mi caso concreto, visitar un yacimiento, sea de la época que sea, y sólo ver calles y casas desiertas siempre me despierta una gran desazón… o mi lado más cinéfilo, en cuyo caso indefectiblemente rememoro a Charlton Heston en “El último hombre”, conduciendo su descapotable rojo por una vacía ciudad de Los Ángeles dónde lo único que se aprecia es la soledad. Así, ante la falta de una visión de las personas que anduvieron por esos lugares y tras la pertinente admiración que despierta la capacidad constructiva de la antigüedad, siempre me sorprendo buscando al infortunado Matthias en alguna esquina. A fin de cuentas, nuestra capacidad de asombro es limitada y, siendo sinceros, si no somos capaces de apercibirnos del ser humano en un yacimiento arqueológico, visto un conjunto, vistos todos.
El Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero, que se desarrolla en Sofuentes y su entorno, sigue esta línea de pensamiento y por eso tiene como objetivo el conocimiento de las personas que habitaron en esta ciudad. De este modo, deja más a un lado la búsqueda del edificio, o el espacio, que tanto interés suscitaba en siglos pasados. En relación con ello, hay que destacar que Sofuentes ha proporcionado el conjunto de inscripciones romanas más rico de las Cinco Villas, lo cual nos proporciona una cantidad y calidad de información sobre la población sin parangón en otros yacimientos del entorno. Sin duda, tener antes de empezar dieciocho fotografías que abarcan cuatrocientos años de Historia, constituye un fabuloso punto de partida en este empeño.
Dos de estas inscripciones muestran a tres miembros de una misma familia: Dusanharo, Alto y Próculo, que vivieron en un momento muy especial para la historia de las Cinco Villas, como es la consolidación de la hegemonía romana en la zona, entre finales del siglo I a.C. y mediados del siglo I d.C. En este caso, quisiera centrarme en el primero de ellos, Dusanharo, una de esas personas a las que nuestro Proyecto quiere conocer y a la que, por suerte, podemos designar por su nombre propio.
Como indica su nombre, Dusanharo, culturalmente podemos vincularlo con la población de la zona que existía antes de la llegada de Roma. En este sentido, quizá pudo conocer a individuos como Beles o Turinnus, habitantes del desconocido enclave de Ennega, quienes se alistaron como tropas auxiliares en el ejército romano y después fueron recompensados con la ciudadanía, como nos indica el famoso bronce de Áscoli. Por su cronología, Dusanharo posiblemente vivió una o dos generaciones después, por lo que bien podríamos imaginarlo de pequeño escuchando las historias que contaban los veteranos soldados de cuando estuvieron con Pompeyo Estrabón ante las puertas de Asculum, de la impresión que debieron sentir frente a la carnicería que el padre de Pompeyo Magno organizó allí o del sentimiento de orgullo por formar parte del mejor ejército del mundo. De esta forma, con el boca a boca, veteranos como ellos no sólo trajeron a la zona las recompensas materiales propias de su esfuerzo, sino que también se convirtieron en un modelo a seguir para su entorno.
Dusanharo quizá alcanzó la mayoría de edad durante el Principado de Augusto con estas historias en su mente. Para entonces posiblemente formaba parte de la elite local, como podrían indicarnos la monumentalidad de los epitafios que dejaron sus hijos, síntoma claro de una gran capacidad económica. Entonces, la llegada de las legiones romanas a la desconocida ciudad de Cabeza Ladrero le permitió ver de primera mano todo aquello que las historias de los más ancianos le habían contado cuando era pequeño. En este caso las legiones no llegaron en pie de guerra, sino que estaban construyendo una de las más importantes infraestructuras que cruzó la zona y que le dio razón de ser durante más de cuatro siglos: la vía Caesaraugusta-Beneharnum.
Entre las historias oídas de pequeño y la presencia de las tropas, Dusanharo fue uno de esos individuos que, seducidos por la nueva cultura que adquiría predominio poco a poco, comenzó a adoptar las nuevas prácticas “a la romana”. Esto lo podemos ver en la forma que adquirió el nombre de uno de sus hijos, quizá el primogénito: Altus. Tenemos que tener en cuenta que este es un nombre que, aun cuando parece tener una forma romana, con esa terminación tan clásica en –us, realmente no existe como tal. Dusanharo, en un intento por demostrar su grado de “romanidad” creó para su hijo un nombre inexistente, pero que sonaba a romano.
Sin embargo, su inmersión en esta nueva cultura poco a poco se fue haciendo más intensa. Podríamos pensar que fue uno de esos individuos que abandonaron la tradicional vestimenta para vestir el palio o, tal vez, pudo empezar a adorar a los nuevos dioses romanos. Estos elementos no los podemos afirmar con seguridad, pero sí que sabemos que aprendió latín, el nuevo lenguaje universal. De esta forma, el segundo de sus hijos pudo tener un nombre plenamente romano: Proculus. Con ello volvía a mostrar ante sus vecinos su plena integración en el nuevo orden mundial y el camino a seguir.
Por el momento, poco más sabemos de Dusanharo. Debió fallecer a los pocos años de nacer Próculo, en algún momento de la primera mitad del siglo I d.C. Pero es ahora cuando entra en juego la arqueología. Las excavaciones que llevemos a cabo en Cabeza Ladrero (Sofuentes) nos permitirán obtener más información de la sociedad en esta época: Los restos de flora y fauna nos facilitarán la reconstrucción del paleopaisaje y la dieta que seguían; los artefactos que encontremos sus intereses, necesidades o sus fuentes de riqueza; los restos humanos nos indicarán sus modos de vida, enfermedades, longevidad… Sin duda, todo un abanico de posibilidades se abre ante nosotros para completar un poco más la historia de Dusanharo.
Ángel A. Jordán Lorenzo
Pamplona. Septiembre 2016
3 comentarios
Mostrar la historia como lo hace Angel Antonio Jordán L. Me anima a escarvar más en ella. La pasión que pone en sus trabajos no es fácil encontrarla. Se necesitan más arqueólogos como él, más apoyo por parte de los entes oficiales. Más gratitud por su labor. Mi sincera admiración.
Tuve ocasión de visitar Cabeza Ladrero con el amigo Javier Planas, y quedamos sorprendidos de ver tantas inscripciones en otras tantas piedras, expuestas a la intemperie. Nos parecía increíble que tales hallazgos no estuvieran a buen recaudo, almacenados en algún Museo improvisado. Seguiremos pendientes de las noticias que nos sigan llegando de este yacimiento.
Muy interesante, sobre todo que sea en Cabeza Ladrero en Sofuentes.