José Luis Jericó Lambán*
Nació en Ejea de los Caballeros en 1965, en el barrio de Las Sindicales. Licenciado en Historia Moderna por la Universidad de Zaragoza. Miembro del Centro de Estudios de las Cinco Villas, del que en la actualidad es su secretario, desempeñando la coordinación de la Revista Suessetania durante ocho años. Ha sido autor de diversos trabajos, todos ellos relacionados con la Historia Moderna y Contemporánea de Ejea de los Caballeros: “Indice onomástico, toponímico y de materias” para la edición fascímil de las Ordinaciones de la Villa de Exea de 1688, “Aproximación al regadío ejeano en la Edad Moderna”, “El Voto de Ejea de los Caballeros a la Purísima Concepción”, “José Ferrer y Racaj: trazos de una vida y visión de la Ejea que vivió” (estudio para la edición facsímil de Idea de Exea), “Población, economía y sociedad en Ejea de los Caballeros.1900-1970”, “Ejea de los Caballeros. Una villa en su entorno” , “La huella del agua en Ejea (coautor), “Martin Berni Villellas (1898-1972). La Burguesía progresista en Ejea de los Caballeros”, “Orígenes del Socialismo en Ejea de los Caballeros (coordinador y coautor) y “Ejea: historia de una vida apasionante”, entre otros. Es autor de numerosos artículos, todos ellos relacionados con la Historia de Ejea. Ha sido impulsor de acciones de extensión cultural, como el curso “Conocer las Cinco Villas”, impartido en el Centro de Educación de Personas Adultas de Ejea.
José Luis Jericó ha desempeñado su carrera profesional dentro del ámbito del desarrollo local. Fue guía turístico de Ejea de los Caballeros de 1992 a 1994. De 1995 a 1997 fue Agente de Desarrollo Local de la Diputación Provincial de Zaragoza en la Comarca de las Cinco Villas. En 1997 se incorpora a SOFEJEA S.A., la Sociedad Municipal de Fomento de Ejea de los Caballeros. Desde ese momento su vida profesional ha estado vinculada a la empresa municipal, de la que en la actualidad es su Director Gerente. Es Vicepresidente Primero de la Asociación para el Desarrollo y Fomento de las Cinco Villas, Secretario de Círculo de Opinión “Juan Sancho” y Presidente de la Asociación de Ferias Aragonesas.
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Ejeanidad bien entendida
En el verano de 1993 comencé a trabajar como guía turístico de Ejea tras superar un proceso de selección convocado por el ayuntamiento. Durante aquel tiempo me dedicada a informar a los turistas que llegaban hasta aquí sobre los atractivos de Ejea y las Cinco Villas. El punto de información se ubicaba en una caseta de madera, en la Plaza de la Magdalena, junto a la iglesia del Salvador y la fuente que la refresca. Ese lugar era, además, un espacio de encuentro y tertulia para las personas mayores, un grupo de jubilados que vivían en las proximidades y que se reunían allí para echar la mañana o la tarde hablando. Desde mi llegada a la caseta-oficina de turismo aquellos mayores me recibieron con los brazos abiertos. Gran parte de ellos conocían a mi familia –en los pueblos nos conocemos todos-, sobre todo a la materna, pues “los Lambán” habían tenido su casa en la calle Ravel, una calle ejeana bastante desconocida pero con mucha historia.
Una de mis labores como guía turístico era también atender a los grupos de visitantes que, bien de manera organizada o por libre, querían conocer nuestro patrimonio artístico. Se organizaban itinerarios guiados por el casco histórico o visitas específicas a las iglesias.
Precisamente en una de esas visitas a la iglesia del Salvador es cuando se produjo un hecho que me hizo reflexionar en profundidad. Estaba explicando la portada oeste de la iglesia, la que da a la Plaza de la Magdalena, a un grupo de turistas madrileños, venidos hasta Ejea de la mano de una agencia de viajes. Allí me encontraba enfrascado en mis explicaciones cuando vi acercarse al grupo a uno de esos viejos que departían en el mentidero establecido al lado de la caseta-oficina de turismo. Lentamente, apoyado en sus dos muletas, el señor Castillo se incorporó de manera silenciosa al grupo de madrileños, siguiendo después atentamente lo que yo les decía. Cuando acabé, y antes de pasar con los visitantes hacia el interior de la iglesia, aquel turista accidental me llamó a un aparte para decirme: “Mira que habré pasado veces por delante de la iglesia y nunca me había fijado que había una bailarina esculpida allí”. Lo dijo el señor Castillo señalando con una de sus muletas el capitel de la bailarina y el arpista, obra del Maestro de Agüero, pero lo balbuceó con sumo sigilo, en voz baja y mirando por el rabillo del ojo a los compañeros del mentidero, que a su vez lo observaban como diciendo “qué hará ese ahí”.
Capiteles donde destaca «Arpista y Bailarina del Maestro de Agüero»
Esta anécdota me hizo pensar mucho. ¿Cómo era posible que un ejeano de más de 80 años de edad no conociera lo que había en las portadas de la iglesia del Salvador? ¿Pasaría igual con el resto de sus convecinos? ¿Desconocerían también otros aspectos de nuestro patrimonio artístico? Y la historia que los enmarca, ¿sería ignorada también? Estas preguntas condujeron a una reflexión final evidente: de nada serviría explicar las riquezas patrimoniales de Ejea -nuestro arte, historia y tradiciones- a los que venían de fuera si los de aquí, los que nacimos y vivimos en Ejea, los desconocemos. Baldío esfuerzo promocional era el de ofrecer nuestros valores artísticos, históricos y culturales a los foráneos, si los nativos los ignorábamos. A partir de ese momento introduje una actividad nueva en la dinámica de la Oficina Municipal de Turismo, que era la programación de visitas guiadas al casco histórico específicamente dirigidas a los ejeanos. Muchos participaron en esas visitas; la mayoría de ellos era la primera ocasión que se acercaban al conocimiento de nuestro patrimonio e historia. En sus ojos y en sus caras pude ver el entusiasmo y las ganas de conocer el arte y la historia de Ejea. Pero también comprendí cuánto trabajo quedaba por delante para extender a toda la población ejeana el conocimiento sobre el pasado de Ejea y sobre el presente de su patrimonio cultural.
Desde aquel entonces, los derroteros profesionales me condujeron a diferentes destinos, pero siempre me acompañó la obsesión por acercar el conocimiento sobre Ejea a toda la población ejeana. Es imprescindible, pensaba, que los ejeanos nos conozcamos más y mejor antes de vender nuestras potencialidades y valores al exterior. No puede ser que esos saberes estén solo en manos de una élite de eruditos locales; era necesario que esa intrainformación se repartiera de manera equilibrada entre todos los ejeanos, mayores y pequeños, jóvenes y adultos, escolares y jubilados, hombres y mujeres. En ese empeño seguí (y sigo) impulsando con otros colaboradores necesarios diferentes iniciativas: visitas guiadas para ejeanos, intervenciones divulgativas en los medios de comunicación locales, cursos como “Conocer Cinco Villas”, publicaciones impresas y edición de material promocional turístico. Iniciativas de conocimiento local lo son también, por ejemplo, las conferencias e itinerarios guiados de El Voto o el programa de actividades del Día Internacional del Turismo en Ejea. Mención aparte merece el programa “Voluntarios del Turismo”, con su encomiable labor para hacer accesibles nuestras iglesias a los visitantes.
Pero eso no basta, hay que hacer mucho más. Es clave que se inocule el conocimiento por lo propio desde la escuela, desde la más tierna infancia. Y a pesar de que mucho se ha avanzado y que muchas actividades se han realizado con los estudiantes de Ejea, tengo la sensación, casi certeza, de que no es suficiente, de que no se está haciendo lo necesario. Siempre he pensado que un profesor de instituto que imparta, por ejemplo, historia del arte, debería salir del aula y usar los recursos locales para explicar el románico con las iglesias del Salvador y Santa María, la pintura gótica del siglo XV con el retablo mayor de la iglesia del Salvador, el barroco con la iglesia de la Virgen de la Oliva o el urbanismo histórico con el trazado del Casco Viejo de Ejea. Lo mismo se podría decir de otras asignaturas, como conocimiento del medio o economía. Así procedieron en mi etapa de estudiante de bachillerato en el instituto Reyes Católicos profesores como Luis Barreiro, quien nos llevó a toda la clase hasta la iglesia del Salvador para explicarnos los conceptos básicos del románico y la cultura medieval.
«Beso de Judas» de Blasco de Grañén
Del retablo gótico del Salvador
Entonces, ¿por qué no se hace ahora? Creo que hay varios obstáculos, contra los cuales todos deberíamos luchar. Uno de ellos, el principal, es el baile de reformas y contrarreformas educativas que los diferentes Gobiernos de España, según su sesgo partidario, han puesto y ponen en marcha. Es vital para la salud cívica y el futuro de España que de una vez por todas se llegue a un gran Pacto por la Educación, que armonice un sistema educativo común y sensato, de acuerdo a los principios de universalidad y coherencia de conocimientos para las diecisiete comunidades autónomas del España, respetando, obviamente, las peculiaridades y singularidades de cada una de ellas. Aquí sí que es necesaria, primero, la altura de miras por parte de los partidos políticos y, después, la participación de toda la comunidad educativa en la elaboración de ese gran pacto.
También he detectado una gran falta de motivación en el profesorado, quizás mayor en el de educación secundaria que en el de primaria (el profesorado universitario es harina de otro costal). En parte, esa falta de motivación viene provocada por los continuos cambios normativos que las reformas educativas imponen. Estos cambios desorientan al profesorado, marean a los alumnos y cabrean a los padres. Esos vaivenes normativos cargan de burocracia a los docentes y restan tiempo a los alumnos. A ello se suman los recortes en la enseñanza pública, justificados sibilinamente por el Gobierno Central en pos de una eficiencia económica, pero que en el fondo contienen una evidente carga ideológica.
En un tercer plano de esta problemática está cierta “funcionarización” de los educadores, en el peor sentido de la expresión. Es sencillamente una percepción que yo tengo, obviamente subjetiva, de que la carga vocacional de los docentes, sobre todo de los de educación secundaria, se ha visto reducida, preponderando la aséptica labor de un funcionario público que, después de unas duras oposiciones y conseguida su plaza, se dedica a impartir sus clases de manera fría, ajustándose al temario y ya está. En este clima es difícil que un profesor se pueda plantear una actividad de clase fuera del aula, explicando una iglesia, visitando una empresa o conociendo un espacio medioambiental de Ejea y sus Pueblos.
Lo deseable es que toda la población ejeana, y no solo la estudiantil, tomase conciencia y conociese, por lo menos de forma básica, los legados de la historia, arte, cultura y tradiciones locales. Que conociesen el origen hídrico del propio nombre de Ejea; que supiesen de la presencia de los mozárabes en la Ejea musulmana; que tuvieran una visión de la evolución del urbanismo histórico de la villa, con sus murallas, conventos, ermitas, iglesias, palacios, caserones, plazas, etc.; que se enorgulleciesen de contar con uno de los mejores retablos de estilo gótico internacional de España; que comprendieran los nefastos efectos de la Guerra de Sucesión o de la Guerra de la Independencia en nuestra ciudad; que tuvieran en cuenta la prevalencia ganadera de Ejea durante la Edad Moderna; que supieran que nuestra orientación agrícola se trazó relativamente hace poco, a finales del siglo XIX y sobre todo a principios del XX; que asimilaran que el agua ha sido el eje conductor en gran parte de nuestra historia y que el agua, a través del Canal de las Bardenas, supuso nuestra tardía pero particular revolución industrial; y que conociésemos siquiera algunos trazos de la biografía de personajes ejeanos como el canónigo Mandura, Mamés Esperabé, Martincho, Antonio Portugués Monente, Ferrer y Racaj o Juan Francisco Agüeras, por mencionar unos pocos.
Este “conocerse” es fundamental para “saber ser”; es un binomio que da lugar a una conciencia social local y a una interiorización de hábitos culturales que calan en la “forma de ser” de una determinada comunidad (lo que se conoce como idiosincrasia), llámese pueblo, región o país. Es, en definitiva, un devenir histórico que forja una forma de ser y entender la vida que les ha tocado vivir a los pobladores de un determinado territorio. En nuestro caso, esa proyección es lo que da lugar a la “Ejeanidad”, una Ejeanidad bien entendida.
El término “Ejeanidad” fue definido de manera perfecta por Javier Lambán, nuestro actual Presidente de Aragón, cuando era el Alcalde de Ejea de los Caballeros: “Ejeanidad es una manera de ser; un anhelo compuesto de respeto a la historia, al patrimonio cultural y artísticos y a las tradiciones y de amor a las mismas. Pero también un afán por la modernidad y el progreso. Una mirada diáfana hacia el futuro. Es, además, una decida asunción de los valores cívicos de la tradición humanista e ilustrada y de la defensa de los valores comunes al resto de la cultura española y europea”.
Como se puede observar, el concepto de Ejeanidad se aleja de cualquier interpretación de localismo rancio, de regionalismo “pacomartinezsorista” o de cualquier nacionalismo excluyente (todos los nacionalismos lo son), ya sea centrípeto o centrífugo. Es, nada más y nada menos, que la generación de una atmósfera en la que los ejeanos y ejeanas toman conciencia de lo que han sido y son, proyectándolo hacia el futuro. Es, en definitiva, una apuesta convencida por la autoestima colectiva de Ejea de los Caballeros, pero también de un compromiso solidario y leal para trabajar desde aquí, desde lo local, por un desarrollo humano global, de escala planetaria. Y para que esa Ejeanidad siga surtiendo efecto, debemos continuar trabajando todos en estrategias que nos permitan conocer más y mejor lo que fuimos y somos. Solo así seguiremos siendo.
Últimos rayos de sol sobre el Crismón de San Salvador.
Captados por Antonio G. Omedes.
José Luis Jericó Lambán
Ejea de los Caballeros, agosto de 2016
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