Benjamín Bentura Remacha*
Recibo de nuestro buen amigo Benjamín, un largo relato relacionado con personas dedicadas a la Sanidad en Ejea desde principios del siglo XX y en sus diferentes facetas, que bien podía ser una serie de artículos sobre esta temática, además de un artículo que dedica al Cine en Ejea. Para su mejor lectura en este blog, he considerado oportuno fraccionarlos e irán apareciendo paulatinamente en esta sección de FIRMA INVITADA. Cualquiera de estos escritos sería buen comienzo.
La reseña del Autor pueden leerla en su primer artículo de este blog. Ver
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I- Médicos de Ejea y en Ejea.
Es un reto. Hace mucho tiempo que quería emprender este relato aunque solo tengo como base la comunicación oral con muchas personas que han vivido en Ejea. Que vivieron. Y tengo la sensación de que si no inicio cuanto antes la incierta excursión, la historia se quedara en nebulosa sin perfiles, sin personajes. Escribo a vuela pluma y confío que, sin tardar, otros vendrán que matizaran, rectificaran o ampliaran estos retratos al minuto. El primer nombre que me suena a principios del siglo XX es el de don Ambrosio Cubeñas, abuelo de Antonio Aisa, el médico con más brillante palmarés académico (todas las asignaturas con prmio extraordinario menos una con el calificativo de sobresaliente) y persona marcado por el prudente silencio y la timidez más candorosa, que montó una clínica en Ejea con medios que hasta entonces no se habían utilizado en el lugar. Don Ambrosio era hijo de don Joaquín Cubeñas, que procedía de Cataluña, abogado que ejerció como juez en la villa de Ejea. Vivía en la calle Mediavilla, en la casa en la que su nieto Antonio abrió una tienda de telas frente a donde estaba la notaría de mi abuelo Pedro Remacha, sede, a su muerte, de Acción Católica. De la misma época que Cubeñas fue Serafín Navarro, que ejerció como médico en Rivas y donde casó con María Aznárez, hecho que a lo largo de este siglo y pico que abarca mi historia se repite con otros facultativos foráneos que vinieron a ejercer a Las Cinco Villas y se desposaron con lugareñas. Después aparece la figura de Esteban Mayayo, forense que dependía del Ministerio de Justicia, que se casó con Ana Aznárez y tuvo varios hijos, uno de ellos, Antonio Mayayo Aznaréz, fue principalmente médico de Farasdués, que casó con Angelitos Dehesa y de cuyo matrimonio surgieron dos excelentes especialistas, Esteban, pediatra en el Infantil del Servet, y Teodoro, urólogo de fama nacional que desempeñó sus funciones en el “Ramón y Cajal” y continúa ejerciendo en su clínica privada de Madrid. De él contaba maravillas el político Alfonso Guerra, más dado a la chanza vitriólica que al elogio. En contra de lo que le sucedió a otro político en el Congreso, al Guerra le funcionó el aparato gracias a las buenas artes médicas de Teo Mayayo.
El abuelo Esteban ejercía su labor de forense a lo largo de toda la comarca de Las Cinco Villas y viajaba a los pueblos, como mi abuelo Pedro Remacha, el notario de esa época hasta los años cuarenta, a caballo. De espolique le acompañaba el abuelo de “El Charche”. En una de sus excursiones a Luna, a don Estaban se le rompió una brida de su montura y en una carnicería le prestaron una cuerda para reemplazar al cuero deteriorado. El roce con esa cuerda le produjo una herida en un dedo y ello le ocasionó una septicemia de la que falleció en 1914. Un amplio paréntesis hasta la llegada de Felix Nogué, buen profesional de procedencia galaica que se casó con Ángeles Aznárez, de Rivas, primer barrio de Ejea de los Caballeros, con la que tuvo varios hijos, dos de los cuales, Félix y Mariano, el primero especializado como anestesista y el segundo como médico en Calafell, siguieron la carrera de Medicina. Tengo noticias que de que en 1930 hubo en la plaza de Sánchez una fiesta taurina en Ejea en honor del actor de teatro Valeriano León y toda su compañía, de la que formaba parte su esposa, Aurora Redondo. Actuó como director de lidia el novillero Francisco Bernard, de Épila, que resultó herido en el vientre con salida del paquete intestinal y que, sin los medios quirúrgicos ni de comunicación actuales, fue el doctor Nogué padre el que salvó al torero de un fatal desenlace. Me lo aseguraba hace unos años mi amigo Luis Rubio, hombre de buena memoria y extensos conocimientos de la vida ejeana fallecido en estos días del agosto de 2016.
Por aquellos años terminaron su carrera Ambrosio Aznárez y José María Dehesa. A Dehesa le enviaron en primer lugar a El Frago para ejercer sus misiones sanitarias y de su estancia en ese bello lugar cincovilles contaba anécdotas muy divertidas como la del evacuatorio imprescindible que, por entonces, sin agua corriente en las viviendas, solía circunscribirse al lugar de la cuadra que dejaban libre las caballerías aunque por allí pululaban gallinas y gallos con afanes golosos. Don José María aseguraba que la señora de la casa le dio una caña de alguna longitud, advirtiéndole que las plumíferas, si se descuidaba, ponían los huevos “moraos”. Fue Dehesa el hombre más elegante y contradictorio puesto que vestía pulcramente y se calzaba con zapatillas de esparto o no se afeitaba y si el camarero del casino le advertía “que tenía un café del día anterior” le aconsejaba que lo tirara porque ya estaría frío. A mí, al despedirse, siempre me recitaba un cervantino “memorias para tus padres”. Él y don Ambrosio, el hermano de “La Casiana”, el comercio más veterano de la calle Mediavilla, fueron los médicos más ejeanos por nacimiento y ejercicio profesional. A ellos había que sumar a Fabriciano Benavides en la nueva organización médica española tras la Guerra Civil. Fue además alcalde de la villa y el que encargó el primer proyecto de una plaza de toros municipal, proyecto que llevó a cabo Mariano Alastuey en 1960.
Se instaló en la calle de “Barrihuesca” el Instituto Nacional de Previsión con el sistema de asistencia gratuita, por lo que los médicos ya recibían su salario de las arcas del Estado y no tenían que gestionar sus igualas con las familias. Triste recordar que Félix Nogué murió fusilado en 1936 por sus ideas izquierdistas y pese al buen nombre que tenía entre sus enfermos de Ejea y sus alrededores. Un hijo de José María Dehesa, Juan Antonio, siguió la carrera de odontólogo, se especializó en cirugía maxilofacial y llegó a ocupar la jefatura de este servicio en el hospital Miguel Servet de Zaragoza hasta su jubilación. A don Ambrosio y don José María se unieron en 1936 don Juan Mazón, que ejerció como tal médico en la capital cincovillesa hasta 1946 y que se casó con Pepita López de origen pasiego, y el citado Fabriciano Benavides. Tras ellos vienen unos cuantos doctores de distintas procedencias como Luis Sesé Ceresuela, que casó con ejeana y que también fue alcalde y diputado provincial, que se especializó en la analítica y que dejó huella entre nosotros, Miguel Revilla Pera, Tirso Elviro Alcaya, León Gascón, que estaba especializado como otorrino y que firmó el parte de una leve lesión que sufrió en Ejea el torero Manuel Benítez “El Cordobés”, y José Luis Bericat que siguió los pasos de Antonio Aisa e instaló en su consulta un aparato de Rayos Equis y tuvo siempre fama de excelente ojo clínico y buena praxis medical. Somos muchos los que le recordamos como un benefactor de nuestra salud. Era titular de Rivas y Farasdués y atendía en su clínica ejeana con la ayuda de su esposa Carmina Abadía. Una hija suya, María Ángeles Bericat Abadía, también hizo la carrera de Medicina y ejerció en Calafell y, actualmente, en Benidorm. Recordar que José Luis fue gran deportista, campeón de España del lanzamiento de martillo, y aficionado a la navegación, nació en la calle San Gregorio de La Corona, en casa de Jesús Sumelzo, y nada más terminar la carrera (1946-1952), después de pasar unos meses de prácticas en el Sanatorio Antituberculoso de Tarrasa y de médico en un barco de pasajeros, vino a Ejea a sustituir al doctor riojano Florencio Cobos.
Cambian mucho las cosas con la llegada de los ayuntamientos democráticos y se construye en el ensanche de la Perimetral un Centro de Salud que luego se amplía con un Hospital de eficacia demostrada. De esta época yo puedo citar al doctor don Jesús Sánchez Pérez, que procedía de Sofuentes, y el doctor don José Antonio Erice, de Biota, que es también el encargado de atender al barrio de Rivas con el complemento de la enfermera Josefa y la encargada del botiquín Mercedes Yera. Son otros tiempos.
Recuerdo que hace años residían en el Muro, junto a la casa de los Oneca, las monjas y figuraba una parte de su casa como hospital, que antes había estado ubicado junto a la iglesia de El Salvador. En el libro “Idea de Exea” de Joseph Felipe Ferrer y Racax publicado en 1790 se asegura lo siguiente: “Tiene nuestra Villa desde tiempos muy antiguos un Hospital para enfermos y peregrinos, del cual es patrono su Ilustre Ayuntamiento. No se sabe la época de su creación, pero se puede asegurar que es anterior al año de mil y quinientos”. Asegura Ferrer que tiene al menos la misma antigüedad que el de Zaragoza, que hay en él dos cuadras o salas de enfermos, una para hombres y otra para mujeres, a los que se asiste según disponen los Médicos. En su iglesia estaba depositada la imagen de la Virgen de la Oliva. Este hospital creo que estaba en la calle de Barrio Huesca, en lo que hoy es “El Alcabor”.
Benjamín Bentura Remacha. Septiembre 2016
4 comentarios
Como no podía ser de otra manera, este artículo de Benjamín, como todos los suyos, nos deja un buen sabor de boca, y deseando probar más.
Saludos
La «procedencia galaica» del Doctor Félix Nogué fue totalmente circunstancial ya que aquel año su madre Concepción Benavides ejercía de maestra en tierras gallegas.
El 16 de junio de 1898 fue bautizado en Ejea de los Caballeros, igual que su padre Félix (1857), su abuelo Mariano (1822), su bisabuelo Miguel (1800) y su tatarabuelo Antonio (1767).
Muchas Gracias Jesús Ángel Ladrero, también en nombre del autor: Por ser familia del mencionado Doctor, veo conoces a la perfección los datos que Benjamín no alcanzó a conocer y tu, ampliamente, nos los describes y enriqueces el artículo. Saludos cordiales.
Gracias Benjamín, la radiografía perfecta.