Aquí, donde en el río Arba desemboca El Riguel, a ambos lados de este río y hasta las orillas del Arba, están Las Coderas, tierras fértiles, dotadas de aguas en el llano y dedicadas principalmente a la ganadería desde antiguo, las que llegan hasta la Bardena Aragonesa.
Fue un finca con carácter de Propios del Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros, que en 1860, motivado por la Ley de Desamortización de Mendizábal, fue comprada por una rica familia de la villa de Tauste.
Posteriormente hubo otros propietarios, estos de Ejea de los Caballeros.
-La significación de codera,- como escribe Marcelino Cortés en «Toponimia de Ejea de los Caballeros» – es la de «campo último en el turno de riego de una acequia». Se trata de una metáfora indicativa de la posición final de un terreno con respecto a un sistema de riegos establecidos mediante turnos –las llamadas alfardas-, lo que se ajusta perfectamente a la localización del topónimo-.
El año 1951, sobre las tierras expropiadas a esta finca, unas 300 Has., se construyó el nuevo pueblo El Sabinar, *Recordar* que sumadas a las expropiadas al Ayuntamiento ejeano y a otras fincas del entorno, se distribuyeron entre 101 colono, para este nuevo pueblo .
En el río Arba no tiene ninguna azud, aunque le llegaran sus aguas a través de acequias hoy desparecidas, pero en el río Riguel, data su azud desde el año 1688, que distribuye sus aguas a los dos lados del río, estando situada a los pies de El Sabinar, a una altitud de 292 m.
Más abajo, donde anteriormente hubo una fuerte retención, que hizo de presa y de paso, y fue destruida recientemente por las riadas, se ha construido una importante obra donde se ha instalado un estación de aforo de caudales de este río.
La agricultura es diversa, alfalfas, arrozales, hortícolas, etc. en esta gran finca, donde en épocas pasadas de escaseces y pocos trabajos, muchas familias conseguían vivir, arrancando el regaliz que estaba bajo sus tierras.
1 comentario
Debieron ser muy malos los años que mi abuelo tenía que ir a esas fincas, a arrancar esparto y raíces de regaliz por la noche, para que no lo vieran sus encargados ni la guardia civil. ¡Qué delito, Dios mío! Mari