Portada del libro con la Cruz de Valdecabañas. Foto de Daniel Carnicer
Editado por la Institución «Fernando el Católico» de la Diputación Provincial de Zaragoza, fue presentado en la villa de Luna un importante libro, que nos describe con todo detalle el nombre de tantos lugares que conforman el término de Luna con sus distintas aldeas que han existido en él.
La presencia de Autoridades provinciales y locales y el numeroso público asistente al acto, lo lleva a su página de facebook la Asociación Cultural de Luna «Banzo Azcón», que siempre ha respaldado a Juan Ignacio Sáez en sus publicaciones, a este maestro que durante trece años ha ejercido su profesión educadora en la villa de Luna.
Satisfacción y profunda alegría, estoy seguro que habrá sentido Juan Ignacio al presentar su libro, «Un inventario de los topónimos contenidos en la documentación sobre Luna y sus aldeas desde finales del siglo XI hasta principios del XIX», un prolijo trabajo sobre los nombres de este pueblo, donde a su vez, apasionadamente cumplía su misión de educador.
No pude acompañarte Juan en esa presentación, pero en la distancia estuve contigo. He leido el prólogo que te escribió Marcelino Cortés Valenciano para tu libro y a través de él, adivino tu constante investigación vocacional para rescatar del olvido muchos nombres de lugares y parajes ya desaparecidos y otros que permanecen en nuestros días.
Te felicito como lo están haciendo tantos y tantos amantes de nuestra comarca de Cinco Villas, que nos encanta ver rescatados olvidados lugares y poner en valor todos esos nombres que acumulas en tu Toponimia. Muy oportunas las numerosas fotografias y los mapas incluidos en el libro. Sobre los documentos investigados y su estudio, prefiero leer lo escrito en el prólogo por Marcelino Cortés Valenciano, que copio íntegro seguidamente:
En el año 2002 el profesor Agustín Ubieto Arteta coordinó un trabajo colectivo titulado Cinco Villas paso a paso. Este libro, publicado por el Centro de Estudios de las Cinco Villas de la Institución «Fernando el Católico», surgió de la necesidad de actualizar el estado de la cuestión en el que se encontraban los estudios sobre la comarca en las distintas disciplinas. Suponía una actualización científica con respecto a la labor fundacional iniciada a mediados de los años ochenta con la celebración de las distintas Jornadas de Estudio sobre las Cinco Villas que con carácter monográfico se fueron celebrando hasta 1990.
Fue el propio Agustín Ubieto en el artículo «La toponimia y sus claves» (pp. 93-100) el encargado de diagnosticar cuál era el estado precario en el que se encontraban los estudios toponímicos sobre las Cinco Villas y dedujo lo siguiente: «Los estudios sobre toponimia aragonesa tienen una larga tradición, pero para las Cinco Villas se echa en falta un trabajo de conjunto, lo que supone un futuro reto intelectual» (p. 96).
Bien es verdad que en la bibliografía relativa a las Cinco Villas se encontraban menciones aisladas y puntuales sobre aspectos toponímicos, la mayor parte de ellas esparcidas en trabajos de carácter histórico, pero el estudio científico de los nombres de los lugares de las Cinco Villas carecía de trabajos específicos que lo abordasen.
Esta ausencia de estudios se hacía tanto más llamativa por cuanto la comarca está rodeada de zonas geográficas —Navarra, Pirineos, Valle del Ebro— que han sido objeto de estudios toponímicos exhaustivos y habían llamado la atención de estudiosos de la talla de Julio Caro Baroja, Manuel Alvar, W. D. Elcock, Gerhard Rohlfs o Juan Antonio Frago.
Mucho se ha avanzado en el estudio toponímico desde que Agustín Ubieto lanzara ese reto a la comunidad científica. Los estudios monográficos de las villas de Ejea de los Caballeros (2005) y Tauste (2008) culminaron con la publicación en 2010 de la Toponimia de las Cinco Villas de Aragón, un estudio que sirve como marco general para incardinar el estudio de las distintas áreas geográficas de la comarca que todavía quedan por explorar.
Me produce una gran satisfacción y es un honor prologar este estudio de Juan Ignacio Sáez que viene a completar una de esas áreas geográficas en las que se echaba en falta una monografía específica. Toponimia de Luna y sus aldeas (siglos XI-XIX) comprende el registro de todos los nombres de lugar encontrados en la documentación histórica sobre Luna —sus aldeas y sus despoblados— desde finales del siglo XI hasta principios del siglo XIX. Este designio cronológico dilata el ámbito geográfico de análisis más allá del actual término municipal e incluye además la toponimia urbana de estos enclaves.
El acometer un trabajo de esta naturaleza no era ni mucho menos un propósito menor: la importancia histórica de la villa de Luna en la Edad Moderna, su condición de frontera con el Islam durante los siglos XI-XIX, la considerable extensión de su territorio y el volumen de documentación histórica disponible anticipaban que se trataba de un empeño arduo y laborioso.
Como el lector podrá comprobar, Toponimia de Luna y sus aldeas (siglos XI-XIX) cumple sobradamente ese objetivo y lo hace con las tres características que debe reunir un estudio de esta naturaleza: exhaustividad por la amplitud y totalidad de la obra; precisión por el rigor en el manejo de las fuentes documentales; y prudencia por la naturaleza incierta, y a veces impenetrable, del material lingüístico con el que se trabaja.
En las líneas precedentes he utilizado profusamente el adjetivo científico y lo vuelvo a hacer en este párrafo. El carácter científico de la toponimia se asienta sobre dos pilares básicos: por un lado, la lingüística; por otro, la historia. Estos dos pilares se complementan con informaciones procedentes de otros campos del saber (botánica, geología, etc.) que actúan como auxiliares, pero también del conocimiento que se tenga del lugar y, por qué no decirlo, de la inclinación sentimental hacia esos parajes que se están estudiando. Todos estos requisitos quedan ampliamente cubiertos en el estudio de Juan Ignacio Sáez.
El primer gran valor de la obra que el lector tiene entre sus manos es precisamente el escrutinio minucioso de las fuentes documentales y la ingente documentación empleada para rescatar del olvido los nombres de lugar de Luna. Solo el análisis de los documentos y la búsqueda de las formas más antiguas permiten explicar el sentido que encierra un topónimo, encontrándonos con datos sorprendentes que no dejan de certificar el apego que poseen los nombres de lugar con las realidades pretéritas.
A modo de ejemplo, propondré un ejemplo extraído de la obra de Juan Ignacio Sáez en donde el estudio documental ha permitido ampliar incesantemente la información. Resulta interesante conocer, por ejemplo, que un topónimo como Peanova, absolutamente opaco, sea una deformación de Puibanoba, un nombre de lugar que un documento de 1578 nos ofrece con total nitidez en su estructura completa: el Pueyo de Manoba. Y que, a su vez, podamos conocer que este pueyo recibe su nombre de un antiguo judío de Biel llamado Manova Jana, que en 1456 tenía una comanda de seis cahíces de trigo con un habitante de Luna llamado Johan d’Ardevins.
El segundo gran valor de la obra de Juan Ignacio Sáez es el antropológico. Como creación humana que son, los topónimos están sujetos a todas las acciones que se predican de los seres vivos. Los topónimos nacen, viven y mueren; algunos incluso, como acabamos de ver, se reproducen adoptando otras formas. Las transformaciones económicas y los cambios sociales, acelerados de manera vertiginosa en el último tercio del siglo xx, han dejado desiertos muchos lugares; ya casi no quedan pastores —sin duda, los mejores informantes de todos— y algunas tierras han dejado de laborarse. Este trabajo sirve para levantar acta de todo este mundo antiguo que ha desaparecido o está a punto de extinguirse: tierras, parajes, ermitas, molinos, acequias, corrales, cañadas y también las personas que nos precedieron. El estudio de Juan Ignacio Sáez levanta acta de lo que es y ha sido la villa a lo largo de su historia milenaria; es una radiografía de Luna a través de diez centurias.
El testimonio que nos lega Juan Ignacio Sáez no termina en este libro. Por el caudal de datos rescatados y por el alcance de sus informaciones, Toponimia de Luna y sus aldeas (siglos XI-XIX) será a partir de ahora una obra de referencia para todos aquellos estudios de todo signo que quieran acercarse a estudiar la historia apasionante de la villa de Luna.
Marcelino Cortés Valenciano
Santander, febrero de 2016
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