Eugenio Monesma Moliner
No fue preciso pedirle colaboración a Eugenio Monesma para esta sección de FIRMA INVITADA. Había venido a las Cinco Villas para conocer algunos parajes enigmáticos, *recordar* y no tardó en enviarme un dosier sobre uno de esos lugares visitados, con sus opiniones bien contrastadas por sus conocimientos y experiencias en esta temática. No dudo en darlas a conocer en mi blog, con la seguridad de que a mis amigos y lectores del blog les resultarán interesantes.
Biografía.
Eugenio Monesma Moliner* inicia su trayectoria cinematográfica y etnográfica en el año 1979. A lo largo de 38 años de producción audiovisual y de investigación etnográfica lleva realizados más de 2.900 documentales, la mayor parte de ellos sobre los oficios antiguos y las tradiciones de España. Entre su obra destacan las 33 series tituladas «Oficios Perdidos», 15 series sobre “Los fogones tradicionales” que se vienen emitiendo en Canal Cocina, 7 series sobre “La España Prodigiosa: nuestras fiestas” y la serie histórica de 12 capítulos; «Las Ilusiones Perdidas». Durante seis años presentó y dirigió en Aragón TV el programa “Nos vemos en la Plaza Mayor” sobre tradiciones y costumbres de Aragón. Para el mismo canal de televisión aragonesa, desde 2013 ha dirigido y presentado la serie de corte etno-arqueológico titulada “Los Secretos de las Piedras”, sobre piedras rituales funcionales de Aragón. En la actualidad dirige y presenta en Aragón TV el programa “Raíces Vivas”, sobre las tradiciones y rituales festivos.
Eugenio Monesma es miembro, entre otras, de La Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza y de la Asociación Española de Cine Científico.
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LAGARES DE “EL CUATRÓN”.
FARASDUÉS (Zaragoza)
A unos 500 metros del casco urbano de Farasdués se encuentra un conjunto de pilas y piletas excavadas en la roca, que tiene origen romano como bien se puede comprobar por los restos de dolias y de cerámica campaniense y sigilata que todavía se pueden hallar en superficie en el entorno. A este conjunto se le ha aplicado el nombre de “Lavaderos de Cuatrón” y, por supuesto, se le atribuye un uso para lavar las prendas y la lana.
Mapa situación en Google Esrth
El día 19 de abril d 2017 visitamos este lugar con José Ramón Gaspar, conocedor de los conjuntos pétreos de las Cinco Villas, y con Aurelio Bail, experto en cerámica. Comprobado in situ este conjunto de excavaciones he llegado a la conclusión de que no se trata de unos lavaderos como se viene afirmando, sino de un conjunto de lagares rupestres, posiblemente, correspondientes a una importante explotación vitivinícola de época romana.
Lo primero que voy a plantear son los argumentos por los que me atrevo a afirmar que no puede tratarse de unos lavaderos. Todos los lavaderos públicos que he visitado tallados en la roca, como el de Azlor (Huesca) o “El Jaíz” en Albero Alto (Huesca), y todos aquellos que se han conservado en nuestros pueblos, cualquiera que fuera la época de su construcción, han dispuesto de agua corriente y limpia, algo esencial para el lavado de las prendas. Incluso para “cocer” los tallos de cáñamo para convertirlos en fibra, se necesitaba agua corriente en las balsas. Y si nos remontamos al lavado de tejidos o de lana antes de la construcción de los lavaderos o cuando éstos no existían en los pueblos, los tejidos y lanas se lavaban a la orilla de los ríos.
Si observamos la ubicación de estas pilas y piletas, se comprueba a simple vista que están talladas a una cierta distancia y a un nivel superior del río Agonía, de escaso caudal sobre todo en los meses estivales que sería muy necesario para el riego de las huertas. Tampoco se observa una canalización aguas arriba a través de algún azud que desviara una parte de su caudal para alimentar el uso de las pilas como lavadero. La única superficie de captura de agua sería la de la roca del entorno o la que cayera de las lluvias por la ladera.
Por tanto la posibilidad de disponer de agua corriente o, al menos, de calidad se hace bastante difícil. En segundo lugar deberíamos pensar en la incomodidad postural para lavar cualquier tipo de prenda, grande o pequeña, lanas, lino o cáñamo. Si nos fijamos en los lavaderos o si hemos visto alguna vez lavar en el río, es necesaria una pequeña inclinación en la roca que permita frotar y golpear las prendas.
En estas pilas del “Cuatrón” de Farasdués no se aprecia ningún punto en el que se puedan trabajar las prendas para su lavado. Otro detalle a tener en cuenta es que las tres pilas principales de este conjunto tienen diferentes capacidades; además, dos de ellas, las más pequeñas, no eliminan el agua de lluvia que almacenan, como así lo demuestra la cantidad de plantas acuáticas que allí se desarrollan debido a su estanqueidad. Es decir, el agua que allí se almacenara, limpia o sucia, no tiene salida salvo que se extraiga con recipientes. Este argumento nos hace pensar que su uso tuvo que estar relacionado más directamente con un proceso de almacenamiento de líquidos, de forma temporal o estable.
Por ello planteamos la posibilidad de que se trate de un conjunto de explotación vitivinícola, con más razón si tenemos en cuenta las parcelas de viñedos que se cultivan y que, probablemente, se han cultivado desde hace siglos, en los campos de la planicie superior. Además, en algunos pueblos del entorno, incluido el propio yacimiento de Los Bañales, hemos podido documentar varios lagares rupestres de diferentes capacidades, lo que nos hace suponer que hubo una importante producción de vino en esta zona.
Este tipo de lagares rupestres, dependiendo de la cantidad de producción y de su complejidad, tienen dos elementos principales para la transformación de la uva: la pisadera, ligeramente inclinada, para estrujar los racimos y desprender el mosto y el laco, a un nivel inferior, para recoger el caldo de la uva. En algunos casos se observan dos recipientes de recogida de líquidos, uno para la recogida del mosto y otro para su fermentación durante varios días. En casi todos los lagares rupestres que hemos documentado y visitado, tanto en Aragón como en otras zonas de España, los recipientes destinados para laco tienen su fondo ligeramente inclinado hacia un punto central con el fin de conducir el líquido hacia una especie de entalladura en forma de cuenco, lo que permite depositar los posos y pepitas que no se hayan filtrado y también recoger con un pequeño recipiente todo el vino que allí se almacena, sin perder una gota. Pues bien, si observamos las dos piletas colmatadas de agua, metiendo la mano hasta el fondo, en ambas podremos encontrar estos dos cuencos destinados para recoger los últimos decilitros de vino. En la pila de mayor tamaño también se puede observar en el centro de su base este pequeño cuenco de recogida de líquidos.
Con estos argumentos podemos proponer una descripción imaginaria, pero bastante aproximada a la realidad, del uso como lagar rupestre y centro de almacenamiento de vino en “El Cuatrón”. En primer lugar debemos pensar que este recinto estaría cubierto y, posiblemente, dividido en estancias con sus correspondientes depósitos para almacenar el vino. En la pisadera se realizaría el pisado de las uvas entre tres o cuatro hombres a medida que fueran llegando de los campos en los ajetreados días de la vendimia. El mosto pasaría a la primera pileta que, dada la gran actividad de pisado, en pocos minutos se llenaría, depositándose en el cuenco del fondo las pepitas y hollejos que se hubieran colado por el filtro. Con un recipiente se pasaría el mosto hacia la pila de mayor tamaño para que se realizara el proceso de fermentación. La forma rectangular de esta gran pila y su profundidad nos recuerda perfectamente a los lagares de las casas de nuestros pueblos en las que se producía vino.
Esperemos que, planteada esta hipótesis, los historiadores y arqueólogos que trabajen en este yacimiento abran una vía de investigación que aparque la teoría de los lavaderos y se dirija hacia un centro de producción vitivinícola de la época romana.
EUGENIO MONESMA MOLINER.
21 de abril de 2017.
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