.
.
Hoy, rebosantes de flor están los almendros, albaricoques y cerezos de flor, los romeros azulean con sus flores nuestros montes y en los jardines, solo las flores amarillas de las Forsitias ponen sus tonos brillantes en nuestros paseos.
En Heraldo de Aragón nos habla de ellas David Navarro, El buen jardinero, y como sus explicaciones son tan amenas e interesantes las traigo aquí, después de fotografiar algunas de las Forsitias que embellecen el paseo del Muro de Ejea de los Caballeros, como lo hacen en otros de nuestros pueblos.
En el jardín ideal, todas las plantas disfrutan de sus diez minutos de fama, su momento para lucirse y destacar sobre las demás. En el caso de la forsitia, se trata de más de tres semanas de gloria, en las que parece brillar bajo el sol de marzo y recibe la visita de las primeras abejas, ávidas de polen. La forsitia es una planta perfecta para el clima aragonés y nadie debe tenerle miedo. Ni siquiera los quejicas que aseguran que en su casa “se abrasan todas las plantas”.
Ni el sol de agosto ni el viento de marzo ni el frío de enero pueden tumbar a esta planta. Solo necesita un suelo medianamente fértil, un riego constante y, sobre todo, mucho sol. Cuanto más reciba, más profusa será su floración. La planta solo es exigente en su poda, que debe hacerse inmediatamente tras la floración, como se explica en la columna de la derecha. La forsitia, si se la deja, puede crecer hasta tres metros, por lo que se la puede utilizar para ocultar vistas o separar terrenos, aunque lo más habitual es plantarla en maceta para alegrar un patio o terraza. Con mínimos cuidados, nos acompañará durante años.
Sin comentarios