Iglesia de Las Casas de Esper, dependiente de Ardisa
Visitar un pueblo pequeño y encontrarte en la calle a la mayoría de sus vecinos, el primer tema a tratar será de la salud de cada uno, diciéndonos de unos a otros, -Te véo muy bien-. Hablaremos del tiempo, que este año tenemos negado a ofrecernos la lluvia. Ya la semilla está en la tierra esperándola para poder germinarse, pero todo está demasiado seco y estamos terminando noviembre.
En Las Casas de Esper, como en la mayoria de los pueblos de secano, la monotonía está asegurada: La gente más joven dependen del trabajo que realizan en otros lugares y acudirán al pueblo en momentos puntuales, bien para ayudar a los mayores en siembras y recolección y para celebrar las tradicionales fiestas. Hoy es festivo y el grupo es más numeroso.
Con Alfonso y Fernando me une una buena amistad y con ellos, hace tiempo, visite la Mina de Cobre abandonada que tienen en sus cercanías y me enseñaron distintos lugares del pueblo. *recordar*
Recuerdo que en aquella ocasión, Alfonso me mostró varios trabajos manuales que había realizado en sus muchos ratos libres. Hoy, a este buen agricultor, ya jubilado, no se le ha terminado la paciencia para realizar algunas miniaturas, que como me las muestra con tanta ilusión y cariño, no puedo dejarlas en el rincón del olvido y con sumo gusto las dejó aquí, con el deseo de conservarlas en su propia vitrina.
Tractores, estoy seguro los conoce de varias marcas, y con su navaja y mucha paciencia, ahuecará su tubo de escape y lo dotará de palancas y volante; pero, aviones… De momento Alfonso tiene dos y conoce su nombre y modelo.
Me despido de ellos, asegurándoles, que si paso por esta misma carretera hacia Ayerbe volveré a visitarlos en* Las Casas de Esper.*
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