Hoy, rodeada de extensos regadíos con los más modernos sistemas de aspersión, se encuentra en el mismo lugar de siempre; aquí nada ha cambiado.
Con una altitud de 344 m. y situada a 1º 9′ 55″ W – 42º 1`52» N, y junto al barranco que lleva su nombre, de «la cantera del yeso», este montículo perteneciente al monte común del Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros, que hoy al ser transformado en regadío, ha sido adjudicado a los agricultores para realizar la puesta en riego, muy próxima a la linde con el término de Tauste y donde terminan las fincas particulares de Ejea, denominadas Valchíca, sigue La Canterica del Yeso.
Había visitado el lugar en otras ocasiones, y recuerdo a la familia que de aquel lugar hicieron su vida cotidiana, hasta el punto, que más que sus nombres y apellido, (era López), se les conocía como «El yesero».
Allí, durante muchos años fabricaban el yeso, y junto a la cantera de donde extraían la piedra tenían su propia vivienda. Hoy todo se ha desmoronado, pero quedan los recuerdos de aquella actividad y aquella vida en tan apartado lugar antes de llegar a los años cincuenta: las paredes de adobas, perfectamente lavadas de yeso por el interior, lo que fue el horno del pan y el hueco de su aljibe, y sobre todo, una profusa vegetación de jaras, sosas, ontínas, etc. que lo invade todo, y donde los conejos pastan a sus anchas, dejando muestra de ello con cantidad de excrementos.
Hoy he tenido la suerte de volver a este lugar con Joaquín Pérez Racaj, un hombre, que acompañado por Lorenzo Sarría (q.e.p.d.), sin dejar de ser hombres del campo, también dedicaron parte de su vida a extraer la piedra de yeso del suelo de esta cantera.
Fueron los años 1954 a 1959, llenos de juventud y un ilusionante afán de superación lo que les llevó a «La cantera del Yeso» a arrancar, incluso con dinamita, la piedra de su cantera, cocerla a fuego lento durante toda una noche con la leña que tenían que acarrear de otros lugares, y molerla al día siguiente con el pequeño molino que accionaba su tractor.
Hemos visitado paso a paso los distintos lugares: donde se arrancaba la piedra de yeso, donde se montaba el horno, haciendo la bóveda con el mismo material a cocer, apagándolo con tierra arcillosa de la zona y donde se molía y envasaba para ser distribuida.
La suerte de aquella fabricación, que tanto trabajo y sacrificio costaba, es que su venta estaba asegurada; una empresa ejeana de venta de materiales de construcción y los nuevos Pueblos de Colonización que se estaban construyendo en la zona que había de regar el Canal de las Bardenas, absorbían todo cuanto producían estos dos hombres animosos y luchadores, que siguieron con el empeño de esta fabricación, hasta que el Instituto Nacional de Colonización, les asignó en Bardenas y en El Bayo, un lote de tierra y una casa a cada uno de ellos, para dedicarse a la agricultura, de donde habían salido.
Ha sido para mi una satisfacción, visitar este lugar con Joaquín , que me ha dado a conocer una actividad que no conocía y a él le traído recuerdos que nunca ha olvidado.
Gracias amigo.
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