Recibí la noticia de uno de sus sobrinos, de Patxi Mendiburu. No nos comunicó su regreso de la India, como en otras ocasiones que las organizaba con mucho tiempo. Volvió con la esperanza de que en su tierra, en la Clínica San Miguel de Pamplona recuperarían su maltrecha salud; pero esta vez no fue posible. Aquí, acompañado de su familia y especialmente de su hermana Sor Marina, misionera también durante muchos años en Africa, ha fallecido el viejo misionero Narciso Mendiburu Itoiz, el hombre fuerte e inteligente que gastó su vida en la India desde 1949, dedicado a la enseñanza por donde quiera que pasó, dominando varios idiomas desde el inglés al «gujarati» y «tulu», que incluso, para difundir valores de su espíritu sacerdotal, se valió para ello, de la película Marcelino Pan y Vino, que proyectó cientos de veces a las sencillas gentes que lo admiraban.
Estoy seguro, porque conocemos muchas de sus vivencias, que en aquel lejano país ha dejado muchos amigos que lo querían. Hoy, para escribir este post, he querido encabezarlo con fotografías de su propio sitio en facebook que nos muestran bien a las claras, el afecto que él y sus amigos se tenían.
También en España ha dejado muchos amigos, (basta ver la larga lista de nombres a los que enviaba interesantes escritos por Internet); la casa de todos ellos estaba abierta cuando él volvía de la India.
A unos y otros llegaron sus consejos y palabras de ánimo, y si tenías la suerte de participar en sus viajes o estancias entre nosotros, nunca faltaba una chispa de buen humor en su agradable conversación.
En anteriores post, visitando las Cinco Villas, o en otros momentos, *Recordar* he dejado constancia de este buen navarro de Cemboráin que nos ha dejado definitivamente, sin poder volver a la India y morir allí, como él soñaba.
¡Descansa en Paz Narciso Mendiburu!
1 comentario
Muchas gracias por traer hoy a tu blog un recuerdo tan cariñoso hacia este gran hombre: Narciso Mendiburu
Yo también he tenido la gran satisfacción de poder conocerlo y considerarme una de sus innumerables amigos que tenía por todo el mundo.
Tenemos que dar gracias a Dios por ponernos en nuestro camino a personas así, de la que tantas cosas buenas hemos podido aprender, aún sin él pretenderlo.
Su ejemplo de vida, totalmente desinteresada y llena de generosidad y desprendimiento debería hacernos reflexionar y más en los tiempos que vivimos. Él con muy poco fue feliz y lo más importante, es que hizo felices a otros.
Nació en un pequeño pueblo cerca de Pamplona, Cemboráin y pertenecía a una familia profundamente cristiana. Un ejemplo de ello es que de los 15 hermanos que nacieron (cuatro murieron de pequeños) ocho han sido religiosos (cinco jesuitas y tres hermanas religiosas).
En el año 1949 se fue a la India como misionero, y en aquella época se iban para no volver, así que la decisión debió ser dura tanto para él como para su madre y toda la familia.
De forma que ha pasado en el Gujerat 63 años. Allí trabajó como profesor en Mirzapur y Nadiad, atendiendo y enseñando a cientos de niños que nada tenían.
Era un gran comunicador y sabía enganchar a quienes le escuchaban con anécdotas, juegos de palabras y bromas llenas de socarronería, como buen navarro. Siempre era interesante y ameno escucharle. Nunca te aburrías, pero también sabía escuchar, era respetuoso con las ideas diferentes de la gente, difícilmente juzgaba, sino que sabía ponerse en el lugar del otro, y nunca le oí una crítica.
En La India dio muchos retiros espirituales, tanto a chicos como a chicas. Su apostolado se basaba en ayudar, pero también en llevar nuestra fe cristiana, dar a conocer a Jesucristo con su ejemplo de vida. En un lugar donde las diferencias sociales son tan inmensas, deben saber que todos somos iguales y el amor debe reinar entre nosotros, y que mejor forma que predicar con el ejemplo.
Alguna vez me contó que en la India hay gente que nace en la calle, vive en la calle toda su vida y muere en la calle.
Con este comentario quiero también mandar mi homenaje y mi más sincera admiración por todas estas personas que un día decidieron marcharse lejos para ayudar a los más necesitados del mundo. Nunca han tenido nada de ellos, han vivido pobres de verdad, pero han sido muy ricos por dentro.
Entre ellos estaba Narciso, pero no quiero dejar de nombrar a un compañero que hace 63 años se fue con él a la India, Pablo Gil (también jesuita) y cosas del destino, le ha acompañado en este viaje de vuelta, no pensando en que aquí iba a dejar a Narciso, definitivamente, sino que nuestros médicos españoles podrían aliviarle en su salud.
Pero Dios tenía otros planes.
Y también a Sor Marina Mendiburu, la última hermana que queda entre nosotros de esa familia excepcional, misionera durante 30 años en el Congo, donde sufrió la terrible guerra que todos recordamos entre Hutus y Tutsis.
A ambos especialmente les quiero transmitir mi más sinceras condolencias.
Nunca vamos a olvidar a Narciso , y estoy segura que ahora, en el cielo vamos a tener un buen intercesor.
Descanse en Paz.
Pilar