Con esta fotografía del Arquitecto zaragozano D. Regino Borobio Ojeda, (1895-1976), que fue quien realizó el principal Plan de Urbanismo para Ejea de los Caballeros, que consolidó definitivamente en los años cuarenta el Ensanche de Luchán, incluyendo el Parque Central y el trazado de la Perimetral, tal como fue construída en los primeros años de la década de los ochenta, nos encontramos en la Plaza de España de esta villa, unos pequeños puestos móviles de chucherías donde atendían a la chiquillería, Blas Villanueva y Jose Escolán.
De siempre, en este pueblo han existido personas dedicadas a este sencillo fín de endulzar a los niños. Los mayores recordamos a Rosendo, que recorría las calles con su carro o su cesta, anunciándonos: ¡El pirulí de la Habana que se come sin gana!. Esto era un caramelo cónico, de color rojo con un palito por mango, que sin duda fue el precursor del Chupa-Chup, aunque nadie patentó aquel caramelo con mango, nacido en Ejea. Asimismo recordamos a «La Caminera» en la calle Mediavilla y, en la misma calle, frente a Casa de la Casiana, La Siña Sabina. Asimismo en la plaza ejeana, Ambrosio y la Ambrosia vendían los chupones, barquillos, chufas y cacahuetes, y tenemos referencias de otras personas anteriores, como la Siña Colacera, cuando predominaban las perragordas de cobre.
Fue a principios de los sesenta, cuando uno de los concejales del ayuntamiento ejeano, Manuel Guinda, (El Relojero), suscitó la idea de crear unos puestos estables para Blas Villanueva y José Escolán, a ambos lados de uno de los grandes pilares de los porches de la Plaza de España, que sustituyeran a los carros móviles, ante las dificultades que estos creaban a estos Srs. tan fuertemente impedidos. Y para ello, no echó mano de la caja del ayuntamiento, buscó la solidaridad de los ejeanos, y unos sobre el escenario, y otros con su aportación económica lograron el objetivo.
(Pulsar y agrandar)
Después de tantos años transcurridos, es loable recordar estas iniciativas, y por mi parte, agradecer a mi amigo Tomás este recuerdo con la propaganda de aquel acontecimiento, y lamentando que ninguno de los dos mencionados personajes, se encuentran ya entre nosotros.
Durante los encierros, seguro temblarían las garitas de Blas y José.
3 comentarios
Recuerdo uno de los números que preparamos, y que resultó espectacular. Salía Pedro Ciudad montado en un burro y cantábamos la canción: Por allá viene el caporal cayéndose de borracho» y él tenía que hacer, claro está, de borracho, tambaleándose sobre el burro. ¡Y el caso es que, sin quererlo, se cayó del burro» Menos mal que no se hizo nada.
¡Ahora, si hubiesen visto lo que nos costó meter al burro en el escenario! ¡Qué tiempos aquellos!
Qué gran festival en el que se volcó toda Ejea. Decir que enfrente de Blas y José, estaba la tiendecica del Sr. Jesús, también de chucherías para los niños y los no tan niños, que aunque no asistió al festival, sí que sacó la entrada para colaborar con el mismo.
Todo un detalle de compañerismo, aunque le hiciesen la competencia.
¡Que buenos recuerdos me traen aquellas garitas de Blas y José! Entonces la plaza era la plaza y no lo que ha quedado de ella, lugar de encuentros… sin niños ni agüelos.
Gracias amigo por tus recuerdos.