Calvario de Valpalmas.
El fuego cambió los tonos de la Cantera de San Martín.
El pueblo se extiende a los pies de la colina…
Tiene muchas similitudes este Calvario con el que visité en fechas pasadas en El Frago. Está en lo alto del pueblo, sobre un montículo, que en este caso es conocido como El Castellazo, por haber existido sobre él, algún torreón, antes de albergar la cruz central de este calvario, que es de piedra picada a diferencia de las otras dos, que son realizadas con arena y cemento.
En el libro Valpalmas, que escribió D. Antonio Beltran Martínez el año 2001, hace referencia a la historia de este calvario, desde que en 1932, -encontraron un día la vieja cruz, que se levantaba sobre un pedestal cuadrado, fuera de su lugar. Posteriormente este Calvario, llamado así por las tres cruces que lo coronan y es, como monumento, en su forma actual, capricho de un albañil que la rehizo con algunos sillares viejos, una hornacina donde le vino en gana y los tres remates en forma de cruz que le dan nombre.
Actualmente, es un lugar bien acondicionado que nos ofrece información en su cartelería y unas bellas panorámicas de sus extensiones cerealistas, que como año excepcional de frecuentes lluvias, nos ofrece distintas tonalidades de verdor, llegando a la amarillez que manifiesta el exceso de humedad.
La Cantera de San Martín, hoy un monte limpio de vegetación, nos recuerda aquella fecha del mes de Julio de 2012, que desde la carretera hacia Piedratajada, la dejó así El incendio que afectó a los Aguarales de Valdemilaz.
Desconozco si a este calvario, hoy conocido como el monte de las Tres Cruces, se sube rezando el viacrucis en alguna fecha de la Semana Santa, pero si, al menos el 9 de Mayo, fiesta de San Gregorio, se sube en romería con el Santo para bendecir desde esta colina los términos de Valpalmas.
Estoy seguro que en este mismo lugar, estaría más de una vez D. Santiago Ramón y Cajal siendo niño, cuando su padre era médico de Valpalmas y él aprendía en la escuela y empezaba a conocer y amar la naturaleza: Los pájaros y sus nidos, las cuevas y los fenómenos meteorológicos, los rayos y los eclipses. Sobre el eclipse de sol, acaecido en 1860, dejó escrito:
El tercer acontecimiento, que me produjo también efecto moral importante, fue el eclipse de sol del año 60. Lo habían anunciado los periódicos, y se esperaba con gran impaciencia en el pueblo. Muchas personas, protegidos los ojos con cristales ahumados, acudieron a una colina de los alrededores, desde donde pensaban observar cómodamente el espectáculo.
Mi padre me había explicado la teoría de los eclipses, y yo la había entendido bastante bien.
Durante el eclipse me hizo observar mi padre esa especie de inquietud que se apodera de la Naturaleza entera. Para los animales y las plantas, acostumbrados a la regular alternativa de la luz y la sombra, el eclipse es una especie de contrasentido, como si de pronto se equivocasen las fuerzas naturales que rigen la vida. El eclipse del 60 fue para mí una revelación.
No cabe duda, de que la colina que describía en ese escrito D. Santiago Ramón y Cajal, era esta misma que estoy comentando.
Algunos de los detalles del mural explicativo.
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