Se divisa perfectamente la villa de Sádaba y su emblemático castillo, y al noreste Los Bañales, que al pie del yacimiento prerromano del Cerro del Pueyo, conserva su iglesia barroca del siglo XVIII, y esa Termas romanas, cuya restauración siempre ha sido valorada como muy acertada, como escribe el arquitecto, Antonio Almagro Gorbea en una ficha técnica llevada por Miguel Sobrino González, a la página, *www.salvarpatrimonio.org* :
…destacar aún más las bondades de la intervención efectuada en las termas romanas de Los Bañales. Este edificio, perteneciente a un importante núcleo urbano todavía sin identificar, pervivió gracias, precisamente, a su reaprovechamiento: como casa habitada lo describió, en el siglo XVII, el portugués Juan Bautista Labaña, autor de un “Mapa del Reino de Aragón.” Habiéndose perdido esta función residencial, el estado en el que estos baños romanos llegaron a nosotros era el de ruina avanzada, habiéndose ya desplomado uno de los muros de sillares de la única estancia conservada en alzado, el antiguo apodyterium —vestuario— de las termas.
La restauración acometió, en primer lugar, la reposición del muro derrumbado, remontado mediante una cuidadosa anastilosis para la que apenas fue necesaria la ejecución de nuevas piezas. Una vez recuperado todo lo posible del edificio, quedaba por resolver el dilema mayor en estos casos: la forma de solucionar la cubrición. Es aquí donde mejor podremos apreciar el talento y la sensibilidad del arquitecto que dirigió las obras.
La incuestionable belleza del edificio romano en su relación actual con el entorno se hubiese perdido de adoptarse una protección de corte industrial; para evitarlo, el volumen edificado se completó con una ligera estructura de madera con tejado cerámico, rematando lo antiguo de una forma atractiva y sencilla, sin la más remota posibilidad de confusión, de modo fácilmente reversible y, lo que es muy importante, devolviendo el efecto de sombra, de espacio interior cubierto, a la estancia termal recuperada. Colocando la nueva cubierta sobre la vieja estructura se remarcó, además, la dignidad de la construcción romana, como un anciano dichoso por verse con trabajos y responsabilidades, en vez de arropado, y en cierto modo humillado, por una ingrata y paternalista hiperprotección.
La sola presencia de un edificio romano, o de sus restos, suele elevar la calidad de una ciudad o de un paisaje. Entre Uncastillo y Sádaba podemos pasear por el campo encontrando testimonios de una civilización que nos ha legado edificios preparados para perpetuar su presencia en la Tierra, más aún si, en sus momentos de crisis, reciben ayudas tan respetuosas y afortunadas como la llevada a cabo en las antiguas termas de Los Bañales.
Los azules el Yacimiento de los Bañales.
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