Iba a comentar el trabajo que realizan en el cine y para el cine dos jóvenes ejeanos que triunfan en tan fulgurante arte, cuando me informan de que en el Festival Internacional de Cine de San Sebastían, en la sección Zabaltegi, abierta y heterogénea que tiene como finalidad ofrecer una muestra del cine más destacado e impactante del año, aparece el nombre de un cincovillés, concretamente de Uncastillo, con una escepcional película que se estrenará próximamente en Zaragoza. Su nombre José Antonio Blanco, que con Manuel Piedre han realizado «El rey de Canfran», una coproducción hispano-francesa «Un documental centrado en la rocambolesca figura de Albert le Lay, un espía al servicio de la Resistencia francesa que se ocultaba bajo la normal apariencia del jefe de la aduana francesa en la estación de ferrocarril de Canfranc, punto estratégico de paso de mercancías entre España y Alemania».
No tengo la suerte de conocer a José Antonio Blanco, pero conociendo alguna de sus entrevistas a la prensa, traigo una de ellas, para que Vds. y yo lo conozcamos mejor,
José Antonio BlancoDirector de ‘El Rey de Canfranc’José Antonio Blanco, aunque nacido en Iruñea, es oriundo de Uncastillo (Zaragoza). Todo el universo que envuelve a la estación de Canfranc, las historias sobre el oro, la misma estación, siempre le han interesado. Así, comenzó a investigar y, tiempo después, ha venido a Zinemaldia con un documental bajo el brazo sobre Albert Le Lay, el «rey de Canfranc» y miembro de la Resistencia francesa.
«La Fonda de Marraco, en Canfranc, era como el Café de Rick de Casablanca»MADDALEN LARRINAGA|24/09/2013Cuando nos pusimos a investigar, vimos en prensa que había salido información y que salía el personaje de Albert Le Lay. Nos pusimos en contacto con la familia, yo concretamente, con su hija Janine. Siempre han sido muy celosos de esta historia y eso es lo bonito, que nunca se ha contado esta historia.El documental ‘El rey de Canfranc’ retrata la vida de una estación de tren ubicada en un angosto valle de Huesca donde gran parte de los vecinos, queriendo o sin querer, colaboraban con la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. En el centro de toda la operación, en Canfranc, se encontraba Albert Le Lay, jefe de aduanas y el hombre que se encargaba de pasar a los regugiados y de llevar documentación secreta al Estado español.
El documental se estrenó el pasado sábado en la sección Zabaltegi de Zinemaldia.
¿Qué le llevó a hacer un documental sobre Albert Le Lay y Canfranc?
Hemos hecho ‘El rey de Canfranc’ porque somos un equipo de cinco personas que nos dedicamos al mundo audiovisual y que siempre nos había llamado la atención la estación de Canfranc. Porque es un Titanic varado en la superficie, porque todavía se conserva mobiliario de aquella época, porque está custodiado en los Pirineos por montañas de dos mil metros de altitud… Aquello tiene vida, tiene algo. Cuando nos pusimos a investigar, vimos en prensa que había salido información y que salía el personaje de Albert Le Lay. Nos pusimos en contacto con la familia, yo concretamente, con su hija Janine. Siempre han sido muy celosos de esta historia y eso es lo bonito, que nunca se ha contado esta historia. Entonces me puse en contacto con el hijo de Janine, Víctor Fairén y él sí que me abrió las puertas. Así, vimos que todo esto era un prisma que tenía un montón de caras y que cuando empezamos a tirar del hilo salían un montón de historias por todos lados, hasta el punto que tuvimos que acotar el proyecto.¿Quién le contó la historia a Víctor Fairén, el n ieto del protagonista?
Fue su propio abuelo en primera persona. Él conversaba mucho con su abuelo. Solamente era la familia quien conocía la historia y, sobre todo, sus hijas eran muy ricas en esa sabiduría.¿Qué sentimientos les quedaron después de escucharla?
Te queda un sentimiento de admiración. Yo toda la vida me acordaré de esta persona. Me acuerdo que en el año 2000, aquí en Iparralde, conocí a su mujer, a la que había sido su cómplice, porque sin ella él no era nadie. La conocí con 104 años y ella fue muy celosa a la hora de hablar, parecía que la Resistencia seguía viva todavía porque no me quiso contar absolutamente nada. Me dijo: «Por respeto a mi marido, voy a mantener ese silencio que he mantenido durante toda mi vida. ¿Por qué se lo voy a contar a usted? Si me perdona, voy a merendar». Fue muy políticamente correcta. «Que elegante esta señora», fue lo que pensé.¿Todos los habitantes de Canfranc eran de la Resistencia?
Le Lay era una persona muy inteligente y con una sangre muy fría, pero a la vez con muchísima humanidad. Para él Francia era muy importante y no quería que Alemania invadiera Francia. Por eso, utilizó todas sus artimañas, toda su cabeza, para poder pasar esos documentos a través de Canfranc. Le Lay fue una pieza fundamental para la Resistencia francesa. En una ocasión, el coronel Remy, que fue el jefe de la Resistencia francesa, le preguntó cómo iba a pasar toda esa documentación hacia España y Le Lay le contesto: «no te preocupes que yo me voy a encargar».En toda esa operación hubo una persona, un «rojo» de Canfranc llamado Mariano Marraco y dueño de la Fonda Marraco, que fue un apoyo fundamental para Le Lay. Muchas de las personas que pasaron por Canfranc las refugió Marraco en su casa. Y en esa Fonda Marraco, que es como el Café de Rick de Casablanca, se dieron cita todas las personas sin saber quiénes eran: camioneros que pasaban el oro, la Gestapo, los alemanes que iban a hablar por teléfono, Marraco que hablaba con Le Lay del paso de documentos, un judío que estaba debajo del mostrados de Marraco mientras los alemanes pedían algo…
También estaban las personas que trabajaron en el muelle, en el transbordo de todo tipo de mercancías, que no sabían para donde iba toda esa logística, que han guardado silencio y que ahora a raíz de esta historia dicen «yo estuve ahí, he tenido en mis manos los lingotes de oro».
En el documental llama la atención cómo cuentan los personajes lo que hacían para la Resistencia. Una de ellas es Lola Pardo, quien dice que lo que hacía era «fácil».
Bueno, hay que tener en cuenta que las hermanas Pardo tenían 13 o 14 años, eran unas niñas inconscientes que no sabían muy bien lo que hacían. Su hermana Pilar, que era la que la acompañaba y trabajaba en la casa, era más consciente y la que se daba cuenta de lo que tenían entre manos. Pero necesitaba el apoyo de su hermana Lola, que era más inconsciente, para estar más segura.En cambio, para Lola era un juego de espías. Además, Lola me dijo en alguna ocasión que llegó a abrir esas cartas. Venían escritas en inglés y decía que había mapas, fotografías. Pero, aunque estuviesen escritas en inglés, sí que le había llamado la atención una palabra: Normandy, que se repetía en varias ocasiones. Por eso, estamos seguros que parte de la preparación del Desembarco de Normandía pasó por aquí.
Le Lay tuvo mucha suerte pero, al mismo tiempo, arriesgó la vida de estas niñas, que eran unas adolescentes. Pero es que cumplían tres requisitos importantísimos. Por una parte, eran hijas de ferroviario, con lo cual tenían billete gratuito para bajar a Zaragoza. El segundo, que una de ellas era novia de un Guardia Civil, lo que es un arma de doble filo, porque imagínate si se lo cuenta al Guardia Civil. Y la tercera es que tenían que ir al dentista por un periodo muy largo, siendo ésta su coartada para los viajes a Zaragoza.
También traigo lo redactado por la agencia EFE en fechas pasadas para conocer de que trata la película, que muy gustoso incluyo en mi Blog y, desde él, felicitar con todo afecto a José Antonio Blanco, deseándole los mejores éxitos en el Cine. ¡Enhorabuena!
Agencia EFE
San Sebastián, 24 sep (EFE).- «El rey de Canfranc» es un documental que recupera la figura de Albert le Lay, un héroe callado de la Segunda Guerra Mundial, que desde su puesto de jefe de la aduana francesa de esa estación de ferrocarril del Pirineo oscense ayudó a escapar a numerosas personas de la persecución de los nazis.
La película, una coproducción hispanofrancesa dirigida por Manuel Priede y José Antonio Blanco, se presenta en la sección Zabaltegi, del 61 Festival de San Sebastián.
Blanco explica, en una entrevista con EFE, que el proyecto nació en 2000, cuando conocieron que por esta aduana los nazis introdujeron oro robado a los judíos para pagar el wolframio español que necesitaban para su armamento, y apareció Albert le Lay.
El primer contacto que establecieron fue con la viuda de Le Lay, Lucienne, que contaba 104 años y recibió a Blanco con una «desconfianza total y absoluta» y, aunque luego cambió su actitud, le dijo que nunca había hablado de las actividades de su marido y que tampoco lo iba a hacer entonces por respeto a él.
Esos recelos los encontraron también en sus hijas, pero Víctor Fairén, uno de los nietos de Le Lay, contribuyó al deshielo y finalmente decidieron colaborar.
A partir de ahí se fue abriendo el camino para conocer a un hombre de «espíritu de marinero», al que no le gustaba que «le mandaran los jefes» y que optó por quedarse en Canfranc, en «ese ‘Titanic’ varado en la superficie» que es ahora la estación ferroviaria.
«La valentía, la humanidad y la solidaridad eran los valores de esta persona que se jugó la vida a cambio de nada, con el apoyo de su mujer, teniendo el aliento de la Gestapo sobre él una y otra vez», señala.
Le Lay estableció contacto con la Resistencia y utilizó su puesto para ayudar a quienes escapaban del genocidio hacia Portugal, mientras dejaba que pasara por la frontera el hierro y el wolframio para el ejército alemán, manteniendo un complicado equilibrio hasta que fue descubierto y protagonizó una huida «rocambolesca», con ingredientes «de película», en septiembre de 1943.
Tras la guerra, rechazó laureles, condecoraciones y notoriedad, lo que le convirtió en un héroe anónimo, una persona «que ha sido admirable ir conocimiento y de la que aún no sabemos cosas», asegura Blanco.
Dice que se desconoce el número de personas a las que pudo ayudar a cruzar a España -«debieron de ser muchísimas»- y, aunque no existe una lista como la de Schindler, sí hay una relación de personas en un libro donde Le Lay llevaba la contabilidad de las donaciones que recibía para una escuela francesa que fundó allí mismo.
Una parte de ellos apellidos hebreos, que donaron a Le Lay cantidades muy importantes en francos que ya no iban a necesitar por haberles salvado la vida.
Antes del hallazgo del libro este verano, habían puesto un anuncio en una revista judía tras una infructuosa búsqueda en las comunidades judías de Nueva York, Chile, Argentina y Lisboa de refugiados que hubieran pasado por Canfranc durante la II Guerra Mundial.
Les llamó Danille Wolfwitz, de 83 años, con la que se entrevistaron en México, quien les dijo que el 1 de enero de 1942 su familia y ella se encontraban en la estación de Canfranc. Cuando el libro llegó a sus manos, allí estaba ese apellido y la misma fecha que la anciana les había dado.
Para terminar visualicen el sigueinte Vídeo. *Ver*
1 comentario
Thanks for finally talking about >»El rey de Canfran». Película dirigida
por un cincovillés: Jose Antonio Blanco – Cinco VillasCinco Villas <Liked it!
(Gracias por hablar finalmente de «El rey de Canfranc». Película dirigida
por un cincovillés: Jose Antonio Blanco – Cinco Villas ¡Me gustó!)