Rompiste lo habitual hecho proverbio
y en tu tierra natal fuiste profeta:
mas tu triunfo no te tornó soberbio;
cumpliste con tesón, coraje y nervio
holgadamente humanitaria meta.
No hubo en tu carrera extraño alguno
ni méritos de rango o de prosapia:
fue el trato a tus pacientes uno a uno;
diagnóstico certero y oportuno;
rotundo y eficaz en la terapia.
Supiste hacerte tú, sin ataduras
ni dependencias que tu no quisieras;
amigo del amigo sin fisuras,
trato cordial y jamás desmesuras;
tus relaciones llanas y sinceras.
En el trágico umbral de muchas vidas
mágica panacea fue tu mano;
mas, para tí, las reglas bien sabidas
fueron nulas, inermes y fallidas;
curiosa controversia de lo humano.
Te fuiste con silencio y sin campanas
del corredor al que llamamos VIDA,
a sumergirte en aguas océanas
donde bogar tus reprimidas ganas
en libertad eterna sin medida.
No quiero aquí violar tu preferencia
de huir inadvertido hacia el ocaso:
quiero retrotraerme a tu existencia
para dejar patente la excelencia
de tu discreto pero digno paso.
Félix Landa Otal.
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