Eran años muy malos para los agricultores de nuestra comarca de las Cinco Villas, aquellos de los cuarenta, excepto el 46; escasas cosechas y escaseces en todo, alimentación y materias primas. Por eso, cuando la mayoría de la tierras eran secanos, los huertos se cuidaban con esmero, había suficientes manos en las familias dedicadas al campo, para atenderlos, buenas tierras con buen estiércol, agua para sus riegos de las fuentes, y norias para extraerla de los pozos; pero los huertos de patatas, sufrían el acoso voraz del gusano patatero, el escarabajo de vistosas rayas, (Leptinotarsa decemlineata) originario del oeste de los Estados Unidos y que en 1785 fue introducido en Francia, extendiéndose con rapidez por toda Europa.
Recuerdo que el veneno que se empleaba entonces para matarlos era «Arseniato de Plomo» y en las instrucciones de uso, advertía del peligro del mismo con una calavera.
Yo no sé si el Ayuntamiento ejeano de entonces, era muy ecologista y trataba de limitar el uso de aquellos productos; pero si recuerdo que algunas primaveras, y desconozco la razón, compraba los escarabajos de la patata, es decir, abonaba unos céntimos (tampoco recuerdo cuantos) por cada medida de unos cien centímetros cúbicos, y así animaba a tener limpios los patatares, recogiendo a mano los gusanos adultos, antes de que dejaran las puestas y salieran sus larvas, que eran las que más comían y destruían el patatar.
Antes del mediodía, en la parte baja del Ayuntamiento de Ejea, donde quedaba el almacén, un guardia-montero o funcionario, medía y pagaba los gusanos que llevábamos, principalmente los chicos, en latas o cajas de cartón, pues no existían las bolsas de plástico.
Hoy los medios de lucha contra esta plaga son eficaces y casi inocuos, aunque no ha desaparecido del todo, pues si así fuera, no los hubiera podido fotografiar hoy, para este recuerdo de aquellas vivencias.
Siempre en el envés de las hojas
Larva del escarabajo patatero.
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