Delante iría la yegua del remolque fabricado en Talleres Garra de Ejea
Pero ante tanta programación de actos y profusión de músicas en la calle, de tan cuidada indumentaria en la juventud para celebrar las Fiestas, es bueno echar la vista atrás y ver, con cuanta ilusión y escasez de medios volvían a su pueblo, a Ejea de los Caballeros, los primeros colonos que fueron a poblar los nuevos pueblos, los que habían de transformar en espléndidos regadíos lo que hasta entonces eran, áridos secanos.
Aquella ilusión e interés por vivir las Fiestas de la Virgen de la Oliva, las describe muy bien, en pocas lineas, mi amigo Jesús Lasobras Pina en su *Blog*, del cual transcribo su texto:
Han llegado las fiestas de Ejea, y hoy a las doce, desde el balcón del ayuntamiento, tendrá lugar la lectura del pregón de las mismas, con el posterior chupinazo.
Este año, el ayuntamiento, dentro de los actos organizados para celebrar el cincuentenario de los pueblos de Colonización, ha decidido que el pregón de fiestas sea leído por representantes de los pueblos, decisión que es de agradecer no sólo por los actos del citado cincuentenario, sino como reconocimiento a la labor realizada por los cientos de ejeanos y los llegados de otros rincones de España que fuimos habitando los pueblos poco a poco.
¿Cómo celebrábamos las fiestas en aquel lejano y a al vez cercano septiembre de 1959?. En Santa Anastasia vivían 19 familias de colonos, dos mayorales, tres guardias y alguno que seguro me dejo en el tintero.
Nosotros estábamos preparando la mudanza, mi padre trabajaba de fardero, pero durante las fiestas lo hacía de camarero en el bar Mogambo, mi madre, nos cuidaba a mi hermana Conchita y a mi, Oli la mayor, ya estaba en Barcelona con los yayos.
Las fiestas fueron del 5 al 13 de septiembre, no recuerdo ni un solo año a partir de 1960, que no bajásemos a fiestas de Ejea: Remolque y caballería, autobús, tractor, bicicleta, andando. cualquier medio de transporte era bueno.
No quiero extenderme, pero si dejaros unas líneas del libro Santa Anastasia- “Sin caer en el olvido”, donde le dedico unas cortas líneas a las fiestas de Ejea.
En el año 1959, nuestros padres no quisieron iniciar el viaje a Santa Anastasia hasta después de las fiestas de Ejea. Al año siguiente, tampoco iban a quedarse sin disfrutar de las mismas, mi tío José “Clavel” había alquilado una casa en el Cuco para pasar esos días; mi tía Felisa “La Muerma” se iba a casa de sus padres donde el Sr. José “Trespongo” vendía bolas de sal para el ganado; cada uno buscaba la forma de volver esos días a Ejea y así sentir de cerca la compañía de la familia, los amigos, y de poder gritar con devoción “VIVA LA VIRGEN DE LA OLIVA” a su paso por “Barrioguesca”.
Por mi parte volvía a corretear por los porches de la plaza, en espera de que mi tío Tomás nos comprase un refresco de “Dux” y un plato de olivas para todos; volver a disfrutar en las ferias del tufo a churrería, el grito de los vendedores de las tómbolas, las bolas de algodón, las manzanas azucaradas, las barcas, ……se disfruta de todo esto en la Avenida Cosculluela. Así durante unos días, disfrutábamos de la fiesta; los zapatos de los domingos y la mejor ropa que nos había cosido mi madre, servía para vernos deslumbrantes en tan importantes fechas.
Cada uno se las ingeniaba para disponer de medio de transporte. El Instituto nos había dado un remolque y una yegua. Mi padre con una sábana de acarrear paja y unas púas largas de madera montaba en el remolque un toldo. Unos conejos, melones y sandías iban a servir de alimentos, en una maleta de cartón de color marrón con un montón de rayas, metía mi madre las ropas, que supongo serían las imprescindibles.
Después de parar en la puerta del vivero y sortear cientos de baches llegábamos a Ejea. Directamente íbamos al Barrio de la Corona que es donde vivían mis abuelos paternos Luciano y Matea, concretamente en la Calle Aisladas nº 15, parecía que llegábamos de un largo viaje, más por el tiempo que por la distancia.
Según el trabajo de mi padre, éste volvía a Santa Anastasia o bien se quedaba algún día con nosotros en Ejea. En casa de mis abuelos dormíamos varios en la misma cama, un colchón de camocheras que justo nos venía para poder subir, hacía que durante toda la noche se escuchase el crujir de las mismas.
No recuerdo los años que hicimos este viaje, pero el recuerdo me indica que lo pasábamos bastante bien.
A Jesús Lasobras, con quien compartí los asientos de concejales en Ejea y a todos cuantos desde aquí me leéis, os deseo ¡Felices Fiestas!.
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1 comentario
Me gustaría reseñar, que el remolque estaba fabricado en TALLERES GARRA de Ejea.