Ángel Jordán con parte de su equipo y unos amigos ante un torreón medieval en Sofuentes con restos romanos.
Como en otros momentos, Ángel Jordán Lorenzo, Director científico del Proyecto Arqueológico Cabeza Ladrero en Sofuentes, Doctor en Historia por la Universidad de Navarra y miembro del Archivo Epigráfico de Hispania, nos envía para su publicación un interesante artículo, que le hemos solicitado y que muy gustoso insertamos en este blog, con la seguridad de que será del agrado de muchos de nuestros amigos.
EL PROYECTO ARQUEOLÓGICO DE CABEZA LADRERO
- INTRODUCIÓN
Cabeza Ladrero es un yacimiento arqueológico emplazado al Sur del término municipal de Sos del Rey Católico (Zaragoza), muy cerca de la localidad de Sofuentes, en el prepirineo aragonés (fig. 1). Para su ubicación se eligió un sitio estratégico formado por un conjunto de tres colinas que se levantan en el centro de un pequeño valle de 440 Ha. justo en la desembocadura del arroyo de Vallacuey con el barranco de Valdeoscura. Se trata, por lo tanto, de un entorno idóneo para la disposición de un asentamiento humano, por cuanto que combina una fuente continua de agua con suelos ricos en nutrientes aptos para su explotación.
Figura 1. El yacimiento de Cabeza Ladrero, al NW de la provincia de Zaragoza.
Los restos materiales existentes, tanto en su entorno inmediato como en el cercano pueblo de Sofuentes, donde se conservan epígrafes (Jordán et al., 2010) y restos constructivos como fragmentos de columnas, acroteras, basas y capiteles, reflejan la importancia que debió tener este enclave. En este sentido, las prospecciones intensivas que tuvieron lugar a finales del año 2016 han permitido identificar un asentamiento con una superficie de entre las 35/40 Ha., lo cual permite intuir su carácter urbano (Moreno et al., 2009: 253; Jordán et al., 2010: 192-193). Por otro lado, atendiendo a la cerámica encontrada en el campo, posiblemente tuvo su origen en el Hierro I y perduró hasta época altomedieval, coincidiendo su momento de mayor esplendor entre los siglos I-III d.C.
Su presumible amplia cronología, que quizá se extiende a lo largo de más de un milenio, y las características del material hallado en superficie despertó el interés de un grupo de investigadores independientes por el conocimiento de este yacimiento. Este interés se concretó con la aprobación del Gobierno de Aragón en el año 2016 de un Plan de Investigación dirigido por el Dr. Ángel A. Jordán, con el objetivo de su excavación, documentación y estudio, todo ello orientado a comprender mejor la evolución de la sociedad, en especial sus clases más bajas y menos conocidas, a lo largo de la Historia. Es precisamente el objetivo de estas líneas detallar algunas de las claves que hacen posible este Proyecto.
- EL YACIMIENTO DE CABEZA LADRERO EN LA INVESTIGACIÓN
Pese a la riqueza material allí presente, tradicionalmente el yacimiento de Cabeza Ladrero ha pasado desapercibido para la investigación. Esta situación resulta sorprendente, pues aunque el geógrafo portugués J. B. Labaña no se percató de la riqueza material del lugar, ya que en su geografía apenas le dedica una línea y media para trazar su situación (Labaña, 1895: 23), en 1792 J. Traggia cita la existencia de “muchos vestigios de antigüedad e inscripciones romanas”, que le llevaron a considerar que Sofuentes fue cabeza de los Suessetanos en función de una supuesta semejanza fonética (Traggia, 1792: 222), y apoyándose en la existencia de dos inscripciones halladas en el Mesolio correspondientes a los epitafios de M. Caecilius Proclus y C. Atilius [- f.] Aquilus (Jordán et al., 2011: nos. 4 y 8). Esta interpretación de Sofuentes como capital de los suessetanos o, al menos, muy ligada a este pueblo, fue acogida por los siguientes investigadores (Huesca, 1802: 16; RAH, 1802: 371; Miñano y Bedoya, 1827: 357) al menos hasta la crítica de A. Casaus y Torres (1829: 42; Cortés y López, 1836: 394). Tras ello la importancia de Sofuentes en época romana y, en concreto, del sitio de “Mesolio”, se asentó claramente entre la investigación, siendo recogido en las principales obras de la época (Ceán Bermúdez, 1832: 156; Madoz, 1849: 421; González, 1867: 60), e incluso identificándose, sin base alguna, con la antigua Nemanturisa (Madoz, 1849: 153).
A pesar de esta frecuente presencia en la historiografía decimonónica, las malas comunicaciones de Sofuentes no facilitaron su estudio o excavación, desapareciendo poco a poco de los circuitos científicos, en donde quedó relegada a una continua repetición de los mismos elementos. La nueva revitalización en el interés por Cabeza Ladrero coincidió con la llegada del jesuita F. Escalada a Javier en 1915, desde donde mantuvo una pequeña relación con el yacimiento, al que acudió con la intención de buscar piezas para el Museo Xavierano, que puso en marcha en 1916 (Maruri, 2006: 265), labor que continuó hasta 1940 momento en el que su estado físico y avanzada edad le impidió proseguir sus actividades (Maruri, 2006: 274).
Esta labor anticuaria le permitió ponerse en contacto con D. Emiliano Ladrero, médico de Sos del Rey Católico y conocer el sitio de Cabeza Ladrero, donde intuyó la existencia de una gran ciudad, además de llevar al incipiente museo de Javier la cupa de Val(erius) E(—) en 1930 (Escalada, 1935: 241-243; Escalada, 1943: 84; Maruri, 2006: 286; Jordán et al., 2010: nº 17). Además, conviene resaltar que el interés de D. Emiliano Ladrero por las antigüedades del municipio de Sos del Rey Católico también le permitió contactar en 1926 con José Esteban Uranga, a quien facilitó noticias del hallazgo en la puerta de un horno de Sofuentes de una “piedra” de arenisca con la cabeza de un toro esculpida que vino a sumarse a otras ya conocidas en la zona y que fueron publicadas en 1926, en un interesante estudio que las vinculaba con un exvoto relacionado con un culto indígena al toro (Uranga, 1929: 416-417; 1966). Con posterioridad en 1949 A. García y Bellido (1949: 384-385) lo identificó como un ara relacionada con el ritual taurobólico, siendo así interpretada a partir de entonces (Aguarod y Mostalac, 1983; Vermaseren, 1986: nº 212; Alvar, 1993: 39; Ubiña, 1996: 417; Marco, 1997).
Tres años después de la muerte del P. Francisco Escalada en 1946, la orden de los Jesuitas destinó al P. Jose María Recondo a Javier, con la firme idea de volver a crear el extinto Museo que Escalada había formado y que mantuvo desde su llegada hasta su retiro al Colegio Residencia San Ignacio de Pamplona en 1992. En el contexto de esta labor, el 24 de enero de 1954 el P. Recondo tuvo su primer contacto con Sofuentes (Maruri, 2006: 320), de cuyos habitantes consiguió la promesa de que recibiría toda la “cerámica sigilada que aparezca que es mucha”, verificando que en Cabeza Ladrero había un poblado romano. Aunque el P. Recondo no realizó publicación alguna sobre lo obtenido en Sofuentes, la labor de recogida de material fue importante, pues se sabe que consiguió llevar al castillo de Javier tres inscripciones (Jordán et al,. 2010: nos. 2, 18 y 19), el taurobolio que D. Emiliano Ladrero enseñó a J. E. Uranga, así como uno de los relieves del torreón, que arrancó con una perforadora, dos monedas ibéricas, una basa de columna y varios fragmentos de terra sigillata.
En paralelo a la labor de campo que los Pp. Escalada y Recondo iban realizando desde el monasterio de Javier, en la década de los 70 los investigadores de la Universidad de Zaragoza empezaron a prestar atención a la comarca de las Cinco Villas, posiblemente impulsados por las excavaciones que A. Beltrán empezó a realizar en Los Bañales (Uncastillo) en 1974. Fruto de este interés son dos estudios aparecidos en 1977. El primero, de G. Fatás y M. Martín-Bueno, quienes se centraron en los relieves del torreón de Sofuentes (Fatás y Martín-Bueno, 1977), mientras que el segundo, realizado por M. Beltrán Llorís, dio noticia de dos nuevas inscripciones (Beltrán Llorís, 1977: 178-188). Junto a ellos, la importante monografía de J. Lostal, Arqueología del Aragón romano, publicada en 1980 se hacía cargo de la importancia del propio cerro de Cabeza Ladrero y proporcionaba por primera vez una lista de yacimientos vinculados a este enclave principal (Lostal, 1980: 81).
Figura 2. Relieves romanos en el torreón de Sofuentes
Más adelante, los estudios realizados por C. Aguarod y J. Lostal (1982: 167-218) y M. A. Magallón (1986: 95-158) sobre la calzada romana que cruzaba la comarca de las Cinco Villas permitió la interpretación del yacimiento como un “núcleo habitado” (Magallón, 1986: 104) dentro del trazado de la vía. Este reconocimiento de la importancia del yacimiento de Cabeza Ladrero culmina con su identificación como ciudad (Beltrán Llorís, 1986: 29; Varios, 2003: 154; en contra, identificándolo como una villa, Magallón, 1995: 38).
La labor desarrollada por estos investigadores permitió el reconocimiento de la importancia de Cabeza Ladrero dentro de la investigación, apareciendo en obras más globales (i. e. Beltrán Llorís et al., 1980: 61; Lostal, 1980: 78-82; Pérex, 1986: 230, 253 -sin reconocer su posible carácter urbano-), en general resaltando de forma genérica la importancia de sus restos y, específicamente, los relieves del torreón (Beltrán Llorís et al., 1980: 75 y 77).
A partir de este momento son pocos los estudios que o bien se ocupan de Sofuentes o de alguno de sus importantes monumentos. Así, puede mencionarse el de un capitel corintio empotrado en el muro de una vivienda (Ariño et al., 1991: 110-111); una nueva revisión de los taurobolios llevada a cabo por F. Marco (1997); y la noticia, englobada dentro de un estudio general sobre la romanización de las Cinco Villas, de una pesa de bronce representando a Attis (Cabello, 2007: 102, estudiada de forma monográfica por R. Erice –Erice, 2014-).
A partir del año 2009 vuelve a reivindicarse la importancia del enclave de Cabeza Ladrero, especialmente de la mano de Á. A. Jordán y J. Andreu (Jordán, 2009: 168; Andreu et al., 2010: 180), labor que culmina con el estudio monográfico del corpus epigráfico de Sofuentes (Jordán et al., 2010). Esta actividad coincide con la realización de varios sondeos en 2009 por J. J. Bienes, enmarcados en un proyecto más amplio de estudio del trazado de la calzada romana que unía Caesaraugusta con Beneharnum (Moreno et al., 2009).
Desde entonces son pocas las nuevas publicaciones que se han producido, pudiendo citarse la noticia de un contrapeso cilíndrico (Peña, 2011-12: 149), la publicación de un miliario de Constantino (Lostal, 2011) y el trabajo monográfico sobre una pesa romana en forma de Atis (Erice, 2014, reestudiada en Andreu y Pérex, 2016).
Figura 3. Pesa romana con forma de Atis
- EL PROYECTO ARQUEOLÓGICO DE CABEZA LADRERO
Como se puede apreciar, aunque el yacimiento de Cabeza Ladrero ha aparecido en la historiografía al menos desde finales del siglo XVIII, realmente es muy poco lo conocido de él, de tal forma que el trinomio Sofuentes-Cabeza Ladrero/Mesolio-restos de importancia se ha ido repitiendo hasta la extenuación en la bibliografía, aunque nadie se ha detenido a analizarlos con profundidad. Por esta razón, la planificación del Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero necesariamente debe iniciarse en esta su primera fase, con la identificación de los aspectos más básicos de cualquier asentamiento humano: su extensión, cronología y entorno. Para realizar esta tarea el Proyecto descansa sobre cuatro grandes pilares intrínsecamente relacionados entre ellos, que describiremos a continuación: la existencia de un equipo transdisciplinar; la búsqueda de una “historia total” sin cerrar líneas de investigación; la conciencia de la temporalidad; y, por último, la difusión de los resultados obtenidos.
3.1. Un equipo transdisciplinar
Como se ha dicho con anterioridad, el objetivo principal del Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero es conocer el yacimiento arqueológico de Cabeza Ladrero. Ahora bien, entendemos “yacimiento” no sólo como el conjunto de estructuras o restos materiales de algún tipo de actividad humana que puedan aparecer en él, sino de una forma más abstracta como la sociedad que en él habitó. Es el individuo y su realidad el objeto último del Proyecto. Sin embargo, la aprehensión de esta realidad vivencial es algo complejo por las propias características inherentes al ser humano. Esta complejidad provoca que su comprensión no sea posible desde un único enfoque metodológico ni desde una única ciencia.
Por esta razón el Proyecto de Investigación de Cabeza Ladrero se plantea como un espacio de trabajo transdisciplinar en el que tienen cabida investigadores de diferentes ramas del conocimiento y siempre está abierto a la incorporación de nuevos investigadores que amplíen el marco de comprensión. Puede considerarse, a efectos descriptivos, que éstos se integran en dos grandes ejes que mantienen un contacto constante. Por un lado, a pie de campo se sitúa un conjunto de arqueólogos con intereses en diferentes épocas, lo cual favorece el intercambio de opiniones y la uniformidad a la hora de actuar, con independencia del periodo cronológico que se trate. Por otro lado, un equipo de diez técnicos se encarga del análisis de muestras biológicas, de la documentación en archivos y de la conservación de los restos. Todo ello, además, con la colaboración y asesoramiento de los laboratorios de Antropología Física de la Universidad Autónoma de Madrid, de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid y de Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona, así como de la Cátedra de Arqueología de la Universitat Rovira i Virgili y la Cátedra de Arqueología de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
Desde un principio, la gestión de este grupo humano se planteó de forma que existiera el mayor contacto posible entre todos sus miembros, así como entre éstos y el yacimiento. Esta interrelación es fundamental. Así, el técnico de laboratorio ha establecido las pautas a seguir por medio de la elaboración de diversos protocolos de trabajo teniendo en cuenta las necesidades y características del equipo. Del mismo modo, el arqueólogo de campo ha variado su rutina en función de las necesidades del equipo de laboratorio, garantizando así la óptima toma de muestras con las que puedan trabajar. Con posterioridad, frente a una visión reduccionista de la interpretación de los resultados, en la que éstos son canalizados y entendidos por una única persona, se plantea su estudio de forma conjunta por medio de reuniones de todo el equipo que permitan establecer una productiva multiplicidad de puntos de vista.
Por otro lado, también creemos necesario que los técnicos tengan una visión directa del espacio físico y su participación en los trabajos de campo, bien sean prospecciones o bien sean excavaciones. Con ello esperamos conseguir una mayor relación entre el investigador y el elemento a analizar (muestras, documentos, cerámicas, etc…). Así, se trasciende el anonimato que pueda tener una muestra, un artefacto concreto o unas líneas en un papel, dotándolas de una carga contextual que ayuda a realizar la interpretación, dotándola de matices que de otra forma desaparecerían. Con ello, para finalizar, esperamos romper los muros que separan unas disciplinas de otras, desarrollando una construcción plenamente participativa y, por lo tanto, enriquecedora, del conocimiento.
3.2. Hacia una “historia total”
Una consecuencia directa de la existencia de un equipo de investigación tan amplio y con tantos intereses distintos es el acercamiento del Proyecto hacia unas pautas investigadoras cercanas a la escuela de los Annales, pues no hemos de olvidar su búsqueda de la historia a través de la pluridisciplinariedad y la pluritematidad (Burke, l990). En este sentido, si el Proyecto se enfoca al estudio de un asentamiento milenario, la conciencia de la amplitud de posibilidades de investigación existentes necesariamente debe obligarnos a la realización de una escrupulosa toma de datos con la finalidad de poder dotar cualquier línea de investigación futura. Obviamente, en la actualidad el equipo actual tiene sus intereses y en función de ellos y de los datos que poco a poco se obtienen del yacimiento se orienta la investigación. Sin embargo, restringir desde el punto de partida cualquier posibilidad de recogida de información constituye, en nuestra opinión, un grave error metodológico.
Un ejemplo de esta situación se puede apreciar en la toma de datos realizada en la I Campaña de Prospecciones en el año 2016, en la que se georeferenciaron todos los artefactos encontrados en superficie independientemente de su lugar de aparición (campo, yacimiento) o de su cronología, de tal forma que se obtuvo un conjunto de 17940 registros entre los que se pueden encontrar desde cerámica del Hierro hasta una llave allen o un candado. ¿Qué uso puede tener georeferenciar estos elementos modernos? Para nosotros, en este estadio del Proyecto, ninguno. Pero nadie nos dice que en un futuro se puedan emplear para desarrollar una línea nueva procedente de nuevas personas e ideas que hayan surgido.
3.3. Consciencia de la temporalidad
El 11 de mayo de 2014 el periódico Heraldo de Aragón publicaba la lamentable noticia de que el patrimonio aragonés ocupaba el tercer puesto en la “Lista Roja” de Hispania Nostra, que recoge elementos del Patrimonio Histórico español en riesgo de desaparición, con un total de 61 espacios en peligro. Un año después se calificaba la situación de “ruina entre las ruinas” (Heraldo de Aragón, 3/05/15) y el panorama no ha mejorado en la actualidad. La existencia de yacimientos abandonados es una realidad en el panorama investigador español y, creemos, cualquier Proyecto que surja en la actualidad necesariamente ha de reflexionar sobre esta problemática.
En nuestra opinión, a esta situación se ha llegado como consecuencia de la interacción de dos elementos relativamente frecuentes en el panorama arqueológico español: la vinculación del yacimiento a un proyecto personal y la generación de costes de mantenimiento que son derivados a la administración pública que, especialmente en la coyuntura socioeconómica actual, no puede asumir.
El primer elemento es complicado de solventar. Se conocen ejemplos en toda la Península de investigadores que iniciaron con gran ímpetu el estudio de un yacimiento y que después sus intereses vitales le llevaron a abandonarlo en busca de nuevos horizontes. Sólo en Aragón podrían mencionarse, por ejemplo, las excavaciones del Marqués de Cerralbo en Arcobriga a principios de siglo XX o las del Dr. Antonio Beltrán en Los Bañales en la década de los 50.
Quizá una forma de paliar esta situación sea contar con un apoyo institucional (universidad, ayuntamiento, etc…) que permita garantizar el futuro de un Proyecto más allá de las personas. En nuestro caso, se ha tratado de buscar esta permanencia con el apoyo del ayuntamiento de Sofuentes cuyo interés por el desarrollo del Proyecto Arqueológico excede el meramente testimonial, así como la involucración de los ayuntamientos de las localidades circundantes.
Por otro lado, es una realidad que cuanto más se excava se generan más gastos de mantenimiento del yacimiento. Hay que tener en cuenta que no sólo se está hablando de consolidar lo que se haya encontrado en la campaña en curso, también hay que mantener lo ya consolidado en campañas anteriores, de tal forma que la partida económica reservada a esta finalidad no sólo constituye un montante fijo, sino que se irá incrementando año a año. En este sentido, realizar actuaciones como las del siglo pasado, en las que tras la intervención se abandonaban los restos a su suerte constituye una irresponsabilidad. Del mismo modo, creemos que es igualmente irresponsable plantear una excavación con la esperanza de que sea el Estado quien, en último término, intervenga en “rescate” de las estructuras desveladas, asumiendo el coste económico.
En nuestra opinión, el desarrollo de un proyecto arqueológico ha de buscar la autosostenibilidad de éste, de forma que genere los recursos necesarios para su mantenimiento. Lógicamente, dado el ámbito en el que nos movemos, éstos necesariamente deben proceder del turismo, por lo que debe existir un producto que mostrar. En nuestro caso concreto, el estado inicial del Proyecto y el gran desconocimiento que existe del yacimiento nos aconseja actuar con cautela. Así, mientras no se sepa qué es lo que hay, qué queremos ofrecer y cómo lo queremos hacer, aspectos éstos intrínsecamente unidos, es mejor excavar, para adquirir este conocimiento, y después tapar, para preservar de forma óptima lo descubierto a la espera de la visualización del producto acabado, que se realizará en una fase posterior del Proyecto.
3.4. Difusión
Un último eje de trabajo que se plantea en el Proyecto es dar a conocer tanto el Proyecto como la riqueza monumental de la localidad de Sofuentes y su entorno de estudio, de tal forma que, por un lado, se pueda integrar el yacimiento de Cabeza Ladrero al circuito científico y, por el otro, se puedan transferir de forma rápida y clara los resultados a la sociedad.
Esto surge de la asunción de los integrantes de la necesidad de practicar una arqueología crítica y, sobre todo, consciente del impacto social que representa, y que exige a la vez una transferencia de los resultados de la investigación. De esta forma, comunicación, difusión y divulgación social de la actividad arqueológica y del conocimiento científico generado por ella también debe centrar la atención del Proyecto (Xurxo et al., 2012: 71).
Esta labor de difusión debe entenderse, además, como una inversión de futuro, tanto para el proyecto como para el patrimonio, pues permitirá que la sociedad visualice los avances del equipo investigador y pueda llegar a auto-educarse a favor de la conservación y preservación de los restos arqueológicos (Andreu y García, 2013: 285) e incluso, por qué no, involucrarse en el desarrollo del propio Proyecto. Así, aunque sin caer en modelos extremos de publicitación sin control, creemos en una triple estratega de divulgación, difusión y comunicación.
Por un lado, siguiendo el ejemplo del proyecto de A Lanzada (Xurxo et al., 2012), el de la intervención de A. Azkárate en la catedral vieja de Vitoria (Azkárate, 2011) o el de nosotros mismos en El Pueyo de Los Bañales (Uncastillo), se plantea una excavación abierta al público como una forma de restitución del yacimiento a la comunidad local, de tal forma que la fase de intervención arqueológica se convierta en el punto neurálgico del programa de actividades (Xurxo et al., 2012: 80-81). Para ello se parte de la idea de que el contacto físico con el pasado, la participación activa y la explicación in situ son las mejores herramientas para acercar el patrimonio arqueológico a la sociedad, construyendo con ello de forma más fácil una percepción real del pasado (Xurxo et al., 2012: 81).
Ahora bien, no sólo se trata de una forma de mostrar el estado de la excavación a todo el que esté interesado, sino también de ofrecer la posibilidad de intervenir directamente en ella, en un modelo cercano a los de la Community Archaeology (Liddle, 1989; Jameson, 2004; Holtorf, 2006) desarrollado desde hace años con éxito en otros yacimientos (Moser et al., 2002: 220-248; Tully, 2007; Tully, 2009: 63-78), aunque siendo conscientes de los riesgos y limitaciones que existen (i. e. Simpson y Williams, 2008: 70-71). En este sentido, mientras que la intervención de la comunidad ha llegado a desarrollar, en casos extremos, proyectos en los que había muy poca involucración y guía profesional, cuando no ninguna (Simpson y Williams, 2008: 74), creemos que toda actividad comunitaria debe estar supervisada permanentemente por uno de nuestros técnicos. Por lo tanto, creemos más en un modelo que, aunque nace de la Community Archaeology es más una arqueología colaborativa (Tully, 2009: 75), en donde se busca una colaboración real entre la comunidad y el equipo arqueológico. De esta forma la comunidad juega un rol más activo que el de ser un sujeto pasivo que es informado por el investigador.
Figura 4. Estudiando una estela romana con un vecino de Castiliscar
Por otro lado, las nuevas tecnologías proporcionan un importante altavoz a la labor de investigación del proyecto, por medio de la interacción en diferentes espacios, como pueden ser las redes sociales Facebook y Twitter, así como la propia “red” por medio de una página web del yacimiento (http://www.cabezaladrero.es). De esta forma, el Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero pretende hacer accesible a través de Internet el patrimonio arqueológico y cultural tanto de Sofuentes como de su área de estudio. Además, consideramos que éste puede ser un buen medio para implicar a la ciudadanía en la gestión y protección de los recursos culturales de la zona, por medio del desarrollo de un servicio específico web en el que se podrán efectuar sus aportaciones e incluso involucrarse en los procesos de I+D+I.
Ahora bien, conviene ser conscientes de que a través de estas actuaciones de difusión realizadas en los medios sociales se corre el riesgo de crear una realidad alternativa del Proyecto, sostenida por la ilusión ficticia de la existencia de una miríada de seguidores. Esta realidad alternativa viene condicionada por las propias normas de las redes sociales empleadas, en donde hay una ecuación directa entre mayor número de “fans” y mayor número de gente a la que llega la información. El problema surge cuando se trata de adaptar las estrategias de comunicación a este objetivo, pensando que con ello se obtienen los parámetros de difusión que se buscan.
Efectivamente, puede decirse que difundimos, pues enviamos un mensaje, ¿pero cuál es el mensaje que se transmite? Si se quiere mantener el número de “fans” el mensaje necesariamente debe atender a sus demandas, que normalmente están caracterizadas por la frecuencia de la publicación, su sesgo positivo y, por supuesto, su espectacularidad. El resultado final es la inversión de gran cantidad de tiempo y recursos en generar información y elementos para satisfacer a este público, partiendo de una actividad (un Proyecto Arqueológico) que no suele generar información de estas características con tanta frecuencia como se demanda. Por ello, el peligro que se corre es el de transmitir información sin contenido real, en donde prima la estética frente a la muestra de resultados objetivos del Proyecto, o bien de contenidos equivocados, fruto de la propia rapidez que se exige. De esta forma puede llegar a crearse una pantalla de humo que construye una realidad alternativa mostrando un escenario inexistente, cuando no una postverdad, en donde es fácilmente manipulable tanto el mensaje como el receptor.
Además, en nuestra opinión existe un último problema que conviene tener en cuenta a la hora de difundir a través de los medios sociales: el propio receptor en sí. Es necesario identificar claramente al receptor principal de la información que el Proyecto genera. ¿Trabajamos para la Sociedad, genérica y abstracta, o para la población de nuestro entorno geográfico de trabajo? A través de las redes sociales llegamos a la Sociedad (o al menos a una parte de ella), ¿pero difundimos realmente entre la gente de la zona?
En nuestro caso concreto, la página de Facebook del Proyecto (https://www.facebook.com/cabezaladrero/) tiene 1560 seguidores a fecha de 30 de mayo de 2017, de los cuales apenas un centenar tienen como procedencia la provincia de Zaragoza. Esto implica que el grueso de todo el tiempo y recursos invertido en esta labor de publicitación no repercute directamente en los principales beneficiados del Proyecto, que es la población de la zona. De hecho, la alta media de edad de los residentes en nuestra área de estudio provoca que el acceso a las redes sociales sea minoritario. Así, en la práctica se está llegando a la segunda generación, que se trasladó a vivir a la capital, y a unos pocos vecinos.
¿Qué ocurre, entonces, con el grueso de la población? Para tratar de responder a esta pregunta realizamos a finales de 2016 un pequeño experimento publicitando una actividad en Sofuentes exclusivamente a través de las redes sociales. El resultado fue que el mensaje apenas fue difundido en la zona y, por lo tanto, la población apenas se enteró. Esto nos mostró que, en nuestro caso concreto, en el que queremos que nuestro principal beneficiario del Proyecto sea el habitante de la zona, este tipo de canales, aunque interesantes, no deben ser prioritarios.
Paradójicamente, la asunción de esta realidad puede redundar en una mejora en la calidad en la transmisión de los resultados por estos medios, pues se pueden ignorar todos los condicionantes que se imponen en esta búsqueda de “fans”. ¿Realmente es necesario actualizar todos los días cuando no se genera información que soporte este ritmo? Tal vez sea la propia generación de información la que deba marcar el ritmo. ¿Es necesario narrar instantáneamente cualquier descubrimiento? Quizá sea necesario estudiarlo un poco para así poder ofrecer una información correcta (todos conocemos, y hemos sufrido, casos en los que las prisas han llevado a transmitir una identificación errónea de una pieza o una teoría insuficientemente apoyada). Aquí, desde luego, cada Proyecto debe hacerse sus propias preguntas y contestarlas en la forma que quiera.
Volviendo a la población local, que es nuestro destinatario principal, indudablemente las redes sociales son un cauce para llegar a ella pero, como se ha dicho, no debe ser ni la principal ni la única. Es necesario crear un espacio de intercambio entre la sociedad y el equipo técnico en donde se busque facilitar la posibilidad a la comunidad de pasar de ser un individuo pasivo a uno activo, ofreciendo un momento propicio donde poder conocer los acciones realizadas, las futuras e incluso intervenir en ellas. En este sentido, las tradicionales charlas/debates sobre los trabajos realizados o las visitas guiadas constituyen uno de estos cauces. Pero junto a ellos el Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero apuesta por una inmersión inversa, superando la tradicional separación “investigador/receptor” para integrarse dentro del entorno, de igual a igual, facilitando la comunicación en cualquier momento y cualquier lugar.
Figura 5. Miembros del Proyecto participando en una merienda popular en Sofuentes
Queda, para finalizar, un último eje sobre el que pivotan los objetivos de difusión del Proyecto de Investigación de Cabeza Ladrero: la comunicación científica de los resultados obtenidos. El objetivo no es sólo que se vuelva a incluir el yacimiento de Cabeza Ladrero en los círculos científicos, sino que se supere su uso tradicional como un ejemplo más de una situación dada en otras partes, para pasar a ser un generador de nueva información y nuevas teorías, proponiendo líneas de trabajo y buscando encuentros productivos entre múltiples disciplinas.
Con esta finalidad, la publicación de los resultados y la colaboración y apoyo a jóvenes investigadores debe ser una premisa indispensable dentro del proyecto.
Una publicación científica es uno de los últimos pasos de cualquier investigación científica, previo al debate externo, bien en revistas locales como en medios especializados. Ahora bien, como se ha visto en otros yacimientos, hay que ser consciente de que la búsqueda sin freno de la publicitación de resultados en medios científicos puede conducir a un desafortunado apresuramiento que se traduzca en estudios parciales de excavaciones todavía en vigor y, por lo tanto, incompletas, que en muchas ocasiones carecen del más mínimo rigor. Sin despreciar la opción de publicar trabajos sobre excavaciones en curso como una forma de adelantar resultados o de buscar ayuda en la comunidad científica, creemos que un estudio de un ámbito cerrado, sea de la clase que sea (arqueológico, faunístico, etc), debe ser una condición para su publicación en una revista científica.
Por último, el apoyo al desarrollo de jóvenes investigadores se plantea dentro de la comunicación científica del Proyecto como un elemento intrínsecamente relacionado con el leitmotiv de éste. Las características teórico-metodológicas del Proyecto de Investigación de Cabeza Ladrero están enfocadas a conseguir el máximo posible de información del yacimiento y su entorno, siempre desde el mayor rigor posible. Esto permitirá, a medio plazo, obtener un volumen considerable de datos de diferentes tipos y cronologías que queremos poner a disposición de la comunidad científica para que pueda servir de apoyo a trabajos/tesis de investigadores. En este sentido, creemos que la estricta aplicación de la metodología de trabajo con independencia del periodo diacrónico en el que se esté operando, proporcionará una cantidad y calidad de información que en general es muy poco frecuente en las intervenciones arqueológicas.
Se trata, en definitiva, de ofrecer una oportunidad, especialmente orientada a los jóvenes investigadores, de trabajar activamente con el material extraido en la excavación, estimulando de esta forma sus respectivas líneas de investigación.
- CONCLUSIONES
Como se puede apreciar, el Proyecto Arqueológico de Cabeza Ladrero surge de la apuesta de un conjunto de investigadores independientes por una forma muy concreta de hacer arqueología. Ésta es entendida con respeto, teniendo siempre presente que el objetivo último del Proyecto es el conocimiento del ser humano.
Precisamente la complejidad de este propósito nos ha llevado a plantear un entorno de trabajo transdisciplinar en el que se integran investigadores de diferentes ramas del conocimiento en la búsqueda de un enriquecimiento mutuo. Además, la consciencia de esta diversidad de criterios, intereses y opiniones en cierto sentido nos obliga a desarrollar una pluritematidad en donde no hay tema, objetivo o investigación que no pueda ser abordada. Sin duda, la estricta aplicación de la metodología de trabajo, con independencia del periodo diacrónico en el que se esté operando, proporcionará una cantidad y calidad de información que permitirá este desarrollo.
Por último, conviene reconocer que en la actualidad ya no se busca el conocimiento per se. Es necesario difundir el conocimiento, con responsabilidad, siendo conscientes de que nuestro destinatario principal es la población del entorno en el que trabajamos. Para ello intentamos superar la habitual división investigador/receptor, nosotros/ellos, situándonos en un mismo plano de intereses y objetivos, haciendo partícipe a la sociedad tanto de los logros alcanzados como de los problemas existentes y, por otra parte, acogiendo entre nuestros objetivos sus intereses y preocupaciones, buscando siempre generar valor en la vida del entorno, bien sea ético, cultural, medioambiental o social.
Se trata, para finalizar, de un Proyecto independiente, transdisciplinar y autosuficiente que surge con identidad propia basado en unos pilares firmes. Estos cimientos proporcionan un singular acercamiento al yacimiento y a la sociedad, siempre con una proyección de permanencia en el tiempo y de reconocimiento por unos atributos únicos.
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