En fechas concretas del calendario religioso, Carlos Mendi, quisiera llegar a todos sus amigos, recordándoles, los importantes acontecimientos que los cristianos debemos tener siempre presentes. Mi blog se siente agradecido de poder transmitir algunas de sus reflexiones, que en esta Semana Santa nos envía. Gracias Carlos.
EL SEÑOR JESÚS HA RESUCITADO ALELUYA
El misterio pascual es el corazón de nuestra fe: Resucitó del sepulcro el Señor, que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación” murió en la cruz. ¡Aleluya! Al amanecer del tercer día, la cruz estalló en vida y en resurrección. El amor no podía quedar estéril, porque nunca es infecundo, siempre es vida. La cruz es vida y floreció hasta la eternidad.
La Resurrección es el misterio que lo resume todo. “Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados (…).
Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto”, les decía san Pablo a los cristianos de Corinto. Nada podrá y con nosotros. Nada podrá ya apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús: ni la espada, ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni el peligro, ni la persecución, ni la enfermedad, ni la muerte.
En todo venceremos por Aquel que nos ha amado hasta morir en la cruz. El Calvario no es sólo el monte santo de la cruz, sino también el jardín de
la resurrección y la montaña sagrada de la luz y dela vida. La cruz, signo de amor pleno y de entrega total, acaba siempre en resurrección. “Nosotrossabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos”, dice san Juan en su primera carta.
La alegría de la Pascua: Debemos ser cristianos que vivamos la alegría de la Pascua. Este es el mensaje, el testimonio que el mundo espera de nosotros. Cuando no se vive esta alegría ni la experiencia de Dios ni la del encuentro vivo con el Señor, la buena nueva del Evangelio deja de ser entusiasmante y seductora; y, en lugar de ser un tesoro que nos llena de vida, se convierte en una carga pesada que no alegra el corazón.
La causa de la nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores. Y nadie puede evangelizar sin una fuerte experiencia de encuentro personal con Cristo. El buen evangelizador transparenta en su mirada el fuego del amor de Cristo.
La Pascua es el tiempo de la alegría, porque Cristo “es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida”. Finalmente triunfó la vida.
Ahora, la última palabra la tiene no la muerte, sino la vida. Y podemos saltar de júbilo y cantar, porque Dios ha hecho maravillas: “Éste es el día en que
actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”.
El signo de una existencia cristiana es la verdadera alegría. Se trata de vencer la tristeza y el miedo. Hay que formar comunidades pascuales, que vivan e irradien la alegría aun en medio de las dificultades y de las pruebas. El mejor testimonio de la comunidad cristiana primitiva “unida en la Palabra, en la Eucaristía y en el servicio” era “la alegría y la sencillez de corazón”.
La Resurrección de Jesús es la causa de nuestra alegría, la cual vence la tristeza y supera el miedo; es el acontecimiento que nos ofrece razones para vivir y para gozar; y conlleva la alegría del Evangelio que “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior y del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (EG,1).
Los cristianos no somos seguidores de un cadáver que se entierra el Viernes Santo. Somos testigos alegres y valientes de Cristo que resucita en la mañana de Pascua y que vive para siempre. Por eso, nuestro corazón se inunda de una inmensa alegría en este tiempo de Pascua que nos empuja acomunicarla a los demás.
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