Miguel Ángel Pallarés Jiménez* es de Tauste. Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad de Zaragoza, ha sido profesor de su Departamentos de Historia Medieval y del Departamento de Ciencias de la Documentación; y también formó parte del cuerpo docente del I Curso “on line” de Paleografía Moderna de la Corona de Aragón, organizado por el Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Filosofía y Letras de Granada. Cuenta con numerosas publicaciones relacionadas con la historia de la tipografía y los impresos aragoneses, así como sobre otros temas culturales y socioeconómicos del pasado de nuestra Comunidad.
Detalle de «El segador» en la tabla gótica del retablo de El Salvador
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Algunos casos de especulación con el trigo
en las Cinco Villas en la Edad Moderna.
En el Archivo Diocesano de Zaragoza se conservan un buen número de procesos criminales iniciados a habitantes de las Cinco Villas, de los siglos XV al XVIII. La actividad del juzgado del Arzobispado de Zaragoza, como cualquiera de esta naturaleza, alcanzaba los delitos contra Dios y la religión católica, delitos de sangre, contra la propiedad y el honor, delitos de falsedad y contra la moral sexual y la familia, así como los delitos propios del clero. Ya se sabe que el Antiguo Régimen se caracterizó por la multiplicidad de jurisdicciones existentes y la estamentalización de la sociedad, lo que se transparenta en ese tipo de documentación.
Algunos procesos nos han aportado datos referentes a casos de especulación con el trigo que se dio puntualmente en las Cinco Villas en los siglos XVI y XVII, y que han dejado rastro documental. Hay que tener en cuenta que en la Edad Moderna se dieron verdaderas crisis de subsistencia, puesto que la economía agraria estaba demasiado supeditada a la climatología, lo que provocaba escasez de alimentos en momentos de sequía o por heladas y granizo. Al no disponer la población de eficaces sistemas y medios de conservación y transporte, ni disponer de acceso a mercados integrados de cierta entidad (como mínimo nacionales), se producían hambrunas; lo que conllevaba desnutrición y enfermedades, mortalidad por encima de la ordinaria (que de por sí ya era alta), con el consiguiente descontento social que a veces llevaba a alteraciones y revueltas. Se debía tener cuidado, por tanto, y vigilar a los elementos especuladores, principalmente del cereal, puesto que el pan seguía siendo la base de la alimentación, sobre todo de las clases medias y bajas, las más populosas; y así evitar el “grande daño de la república y pobres de aquélla”, como se dice en uno de esos documentos.
El mercader Jimeno Lobera, alias Daga, vecino de Luna, fue incriminado en 1594 por la compraventa al por mayor y al detalle de ciertas cantidades de trigo y vino, manipulando sus precios y exigiendo por esos productos réditos desmesurados. Entre otras operaciones, había prestado 24 cahíces de dicho cereal a unos vecinos de Agüero en 1591, valorados en 80 sueldos jaqueses el cahíz, pero con la exigencia de que fuera devuelta la cantidad de dinero correspondiente a un precio de 110 sueldos el cahíz. También había vendido avena y ordio por precios muy por encima de los que señalaba el mercado.
En el mismo tiempo, en 1595, se habilitó proceso penal frente a Pedro Alamán, vecino de Ejea de los Caballeros, por especulación en el precio del trigo y acaparación de dicho cereal, con el fin de encarecerlo maliciosa y artificialmente. Esta acción la había llevado a cabo en dicha villa en ese año y el anterior, y había provocado gran daño a la población, señaladamente a la de condición más humilde. Lo mismo sucedió en 1596, cuando se instruyó un proceso criminal contra Juan del Castillo, también habitante en Ejea; este doctor en medicina había especulado en la compraventa de trigo, que acostumbraba a almacenar en graneros propios que tenía en la localidad y en los alrededores, no sacándolo al mercado más que cuando había carestía. De esta manera, se aprovechaba de las variaciones favorables de los precios, recogiendo unos beneficios que la Iglesia no consideraba éticos.
Unos pocos años después, en 1605, la causa criminal fue incoada contra Miguel de Frías, vecino de Ejea, por negociar y traficar con trigo de manera usuraria, vendiéndolo a mayor precio que el que se permitía. Este apotecario había forzado tanto la amortización de las deudas, que por ejemplo a Jerónimo Palacios, racionero de la villa, le había exigido un logro de 10 escudos por 70 escudos que le debía; y a Juan Ferrer, jurado de Ejea, de 8 cahíces de trigo valorados en 32 reales cada uno, le exigía el pronto pago de 40 reales.
Casi a mediados del siglo XVII, concretamente en 1640, se habilitó proceso a Lucas Ledea, vecino de Tauste, por sucesivas intervenciones usurarias cometidas con los habitantes de esa villa y de Castejón de Valdejasa, tanto en efectivo como en trigo. En la exposición de los hechos constaba cómo su padre, Sebastián Ledea, había sido el que había prestado al castejonero Juan Ruiz 12 cahíces de trigo a devolver en 12 años, alcanzando la deuda con los intereses un total desorbitado, 36 cahíces. Dos años después el pleito continuaba, ya que existía una obligación de retribuir a Ledea con una hanega por cahíz y año mientras no amortizara dicha cantidad de cereal.
Parece que del afán especulador no se libraba nadie ni por oficio ni por condición social, si se disponía del suficiente dinero y se tenía la suficiente falta de escrúpulos para iniciar la jugada comercial de alta rentabilidad, aunque fuera tan perjudicial para el común. Por ejemplo, en 1629, fue abierto litigio penal contra el presbítero José de Fuentes, racionero de Luna, por inmiscuirse en la política municipal, ya que pretendía favorecer a su clientela con los diversos cargos consistoriales; no muy acorde con su condición clerical, fue encontrado culpable también del tráfico y comercio de grano. Otro presbítero de Luna, José Pallá Ezquerra, fue enjuiciado criminalmente en 1719 por arrendador de pastos y ejercer el oficio de mercader, especialmente de vino y cereales, adquiriendo a precios competitivos para poner el género en circulación muy encarecido. Con el beneficio Pallá practicaba el préstamo con interés.
Otro ejemplo más tardío lo tenemos en Castejón de Valdejasa en 1804, donde su presbítero Roque Jimeno, además de motivar las banderías en el lugar, era arrendador de las carnicerías y acudía a cualquier suerte de soborno para enriquecerse.
Zaragoza, Abril 2016.
Tabla del Retablo de Blasco de Grañén. Iglesia de El Salvador, Ejea.
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2 comentarios
Interesante investigación, que solo expertos como Miguel Angel Pallarés saben encontrar para conocer mejor nuestra historia. Gracias
Vaya vaya…. la especulación de los pudientes y el clero «participando» en política no son patrimonio solo de este siglo. Por lo que veo viene de lejos.
Curioso e interesante artículo. Saludos