Miguel Ángel Pallarés Jiménez
Biografía: Miguel Ángel Pallarés Jiménez* es de Tauste. Es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza. Premio Extraordinario de Doctorado por la Universidad de Zaragoza, ha sido profesor de los Departamentos de Historia Medieval y del Departamento de Ciencias de la Documentación; y también formó parte del cuerpo docente del I Curso “on line” de Paleografía Moderna de la Corona de Aragón, organizado por el Colegio Oficial de Doctores y Licenciados de Filosofía y Letras de Granada.
Cuenta con numerosas publicaciones relacionadas con la historia de la tipografía y los impresos aragoneses, así como sobre otros temas culturales, didácticos y socioeconómicos del pasado de nuestra Comunidad.
Con anteriores artículos ha colaborado en esta sección de FIRMA INVITADA de mi blog, quedando muy agradecido por ello.
Juana de Mendoza, de Tauste, hermana de leche del rey Fernando el Católico
Para Carmina, amiga, siempre tan valiente
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Se pensó durante siglos que la leche era la sangre batida hasta hacerse blanca. Bartolomé de Inglaterra decía en el siglo XIII que el feto, mientras se hallaba en el vientre de la madre, se alimentaba de sangre, pero al nacer, la naturaleza enviaba esa sangre a los pechos para que se transformara en leche. Numerosos autores habían escrito sobre la lactancia materna y sus ventajas desde la Antigüedad, tradición que fue recogida en la Edad Media; los tratadistas la ponderaron por su salubridad y consideraron, como en el caso de Francesco Barbaro, que se creaba un potente vínculo entre la madre y el hijo, al que transmitía por sus mamas cualidades físicas y morales. El culmen iconográfico de escena tan familiar se manifestó en las numerosas representaciones de la Virgen amamantando al Niño, que se extendieron por todos los países europeos. En Aragón tenemos la fortuna de contar con los estudios de María del Carmen García Herrero, Catedrática de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, y una de las máximas especialistas sobre la mujer en este periodo, de cuyos trabajos tomamos estas notas iniciales.
Virgen de la Leche, del pintor Bartolomé Bermejo (1468).
Si la madre fallecía durante el parto, era débil o incapaz de amamantar al hijo, se recurría a la lactancia mercenaria, la de las nodrizas; pero otras causas de tipo económico, social y cultural hicieron que se acudiera a ellas con frecuencia, sobre todo en las capas altas, puesto que era común el tópico de que dar a luz embellecía, pero criar envejecía. Durante el siglo XV se preconizó la lactancia materna, pero los autores, conscientes de que muchas veces se recurría al contrato de extrañas, facilitaban descripciones de la nodriza ideal: tenían que tener cualidades físicas y de salud apropiadas, pero también cualidades morales y costumbres, que necesariamente recaían en el lactante; por esta razón se buscaban en las casas reales damas de la nobleza y, entre los cristianos, se prescindía de amas de cría musulmanas y judías. En los archivos aragoneses de notarios se han hallado documentos en los que eran contratadas nodrizas, sobre todo por parte de los nobles y miembros de la alta burguesía, que las hacían ir a vivir a sus propias viviendas; la duración del amamantamiento solía ser superior a un año, aunque a veces el periodo se ampliaba hasta los dos, y pueden ser consideradas sirvientas afortunadas por el cuidado con el que se les trataba, sobre todo en lo concerniente a su alimentación.
Queremos dar a conocer aquí un dato curioso relacionado con la comarca de Cinco Villas y con una nodriza bien especial, pues amamantó al que había de ser el rey Fernando el Católico, que como es sabido nació en Sos en marzo de 1452; su nombre era Emilia Ferrández (o Fernández), mujer de Rodrigo de Mendoza. El padre del príncipe era Juan, entonces monarca de Navarra al haber casado en primeras nupcias con la reina Blanca, y que sería posteriormente soberano de Aragón, al morir su hermano Alfonso V sin descendencia; su segunda mujer y madre del niño era Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla.
Fernando el Católico, retrato del pintor flamenco Michel Sittow.
Cincuenta años después, en 1502, Juana de Mendoza, hija de Rodrigo y Emilia, aprovechó la celebración en Zaragoza de las Cortes de Aragón para reclamar al rey Fernando II una deuda relacionada con su infancia, presentando al monarca un “greuje” o queja al sentirse agraviada en su derecho. Juana estaba casada con Sancho de Antillón, con quien vivía en Tauste, miembro de un linaje que ha dejado rastro documental en esta villa desde el siglo XV hasta el XVIII.
Juana requería que fuera reconocido el esfuerzo de sus padres, por los trabajos y servicios que “fizieron en criar a vuestra alteza porque fue criado y nudrido por la dicha Milia Fernandez de la leche de la dicha suplicante”; o sea, que se había visto de niña mermada en las expectativas de alimento que le correspondían, al ser amamantado el príncipe de los mismos pechos de su madre, lo que no dejaba de recordarle en su queja. Al parecer, el príncipe Fernando, agradecido, había prometido en un privilegio, sellado y firmado de su mano, 2.000 florines de oro para ayuda del matrimonio y sustento de la citada Juana de Mendoza, su hermana de leche, y de sus descendientes, pagaderos cuando heredera el trono de la Corona de Aragón, lo que sucedió en 1479; y le aseguró también una pensión anual de 2.000 sueldos jaqueses, cargados sobre las rentas de la bailía general del reino, hasta que no fuera satisfecha en su totalidad la suma citada.
Juana reclamaba en las Cortes de 1502 que nunca había recibido dicha pensión anual y que, de los 2.000 florines prometidos, le restaban por cobrar aún 13.500 sueldos, por lo que se sentía muy perjudicada y agraviada. Sabemos que el 3 de enero de 1488 había recibido parte de la deuda en Tauste, ciertas heredades y casas que Luis Santángel tenía en esta villa, valoradas en 8.000 sueldos; se las entregó Juan Ruiz, receptor inquisitorial de los bienes confiscados a los herejes, por orden del rey.
Miguel Ángel Pallarés Jiménez
Zaragoza, Mayo 2018.
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