Juan Herranz Pérez* (Ejea de los Caballeros, Zaragoza, 14 de junio de 1975)
Es un escritor español diplomado en Relaciones Laborales por la Universidad de Zaragoza.
Sus obras literarias abarcan desde las novelas de fantasía y ciencia ficción hasta obras de investigación, del género policíaco, como ‘Esperando a los ángeles’ o de misterio, en el caso de su última novela: ‘El sueño del santo’.
Ha sido premiado en una veintena de certámenes literarios de relato y novela, alguno, incluso, a nivel internacional.
Además colabora en algunos blogs y revistas literarias, y ha participado en diversas antologías.
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«Vivencias literarias de las Cinco Villas»
Aprendí a escribir, lo poco o mucho que haya aprendido, trasladando escenarios de mi tierra a cada uno de mis libros, pasándolos por el tamiz de la imaginación. Lugares principalmente de Ejea se fueron reconvirtiendo en espacios donde los personajes de mis libros vivían sus particulares avatares.
También investigué y me empapé de realidades extraordinarias que no requerían de filtro fantástico alguno. Los luchadores de Ejea y el libro de la S.D. Ejea (este último en compañía de Jesús Ángel Ladrero y Santiago Latorre) supusieron el acercamiento y conocimiento de vidas particulares muy especiales, las de aquellos luchadores ejeanos que recorrieron el mundo entero en los años 50. Vidas muy especiales y también formas de vida en torno al fútbol, con sus anécdotas y sus vivencias amontonadas a base de crónicas deportivas, y también los épicos recuerdos de paisanos entusiastas.
El tiempo de la investigación que abarcaron estos dos libros-testimonios me llenó de impresiones, emociones y formas de ver la vida de gentes de nuestra tierra…, tesoros para un contador de historias como yo.
Pero en un momento dado, otro ejeano, Javier Dehesa, me habló de un misterio en las altas Cinco Villas que, tras la visita de rigor a la zona, me impulsó a investigar y plantear las opciones literarias que tan esotérico tema facilitaba.
Y a partir de entonces las escenas de “El sueño del santo” y su inminente segunda parte fueron perfectamente tangibles, absolutamente reconocibles para mí y para los lectores de nuestra comarca de las Cinco Villas que se animaron a embarcarse en “El sueño del santo” y en su secuela final “Esas estrellas que llueven”
Los personajes de este conjunto literario se mueven por esos lugares de la patria chica de uno mismo. Sin transformación ni fantaseo alguno, todo ocurre entre mis mismas calles, entre esos mismos lugares en los que, como ejeano y cincovillés he crecido y me he convertido en lo que soy.
Supongo que algo similar le ocurrirá al lector cuando vea cómo todo se desarrolla aquí mismo, en las mismas calles a las que acudirá cuando cierre el libro. Si le ocurre como a mí, podrá volver a plantearse las escenas y, por qué no, considerar que lo cotidiano siempre tiene un poso maravilloso: el tiempo, el espacio del que has hecho tu hogar y la vida que lo abarca todo. Así lo expreso en un fragmento de «El sueño del Santo» :
El tiempo pasaba rápido, como los paisajes que iba dejando atrás. El ruido constante del vehículo amortiguaba su turbación. Después de atravesar Sádaba y ascender el pequeño puerto, el horizonte se estiró en una gran planicie. Catherine respiró hondo, queriendo captar el aire de todo ese inmenso espacio abierto donde grandes zonas de cultivo se extendían hasta el punto en el que se perdía la vista.
Cuando llegaban a Ejea el sol pujaba con fuerza por nacer desde su eterno seno al este. La suave claridad del amanecer avivó en Catherine una fuerte descarga de mala conciencia. Se aferró al volante y redujo su velocidad para meterse en el pueblo.
Dejando a su izquierda una elegante iglesia con dos torres y una curiosa tribuna exterior, continuó a lo largo de lo que parecía una arteria principal de la localidad. Los primeros transeúntes se dirigían a sus quehaceres diarios con ritmo apaciguado, privilegio de los lugares que todavía no sucumbían al frenesí de las grandes ciudades.
Se detuvo en un semáforo frente a lo que parecía ser el Ayuntamiento, un sobrio edificio, remozado desde un origen no muy lejano en el tiempo. A su derecha una amplia calle con mediana ajardinada se prolongaba hacia el sur.
El pitido de un conductor a su espalda le trajo de vuelta a su realidad. Había vivido los últimos segundos en un estado de simple contemplación. Un estado de abstracción que le resultó sumamente agradable.
A veces la cotidianeidad disfraza lo extraordinario de habitual, nos hace ver como algo común lo que no tiene parangón. Escritores, contadores de historias, investigadores como el propio José Ramón al timón de este blog… En nuestra humilde y desinteresada labor (desinteresada como ninguna otra), nos ocupamos, escribiendo y fotografiando, de recordar que lo excepcional jamás debiera abandonarse al olvido.
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Undués de Lerda (foto Juan Carlos Ortiz)
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