Ha cumplido 91 año, y de ellos ha vivido 70 en Barcelona; trabajando, por supuesto. Hoy, muy contundente, dice que ha vuelto a su pueblo para siempre.
Lo he encontrado sentado ante la puerta de su casa, con un sombrero y su camisa de rayas. Nunca habíamos hablado, pero su caracter dicharachero y mi interés por conocerlo, nos ha llevado casi a ser familia, o al menos, extrechamente relacionados con el apellido Gaspar en Rivas. -¿Conociste a Ambrosio, a Emilio el del saxofón, a… Nombres y más nombres que me recuerdan momentos ya vividos y que Leopoldo los mantiene con una claridad envidiable.
Me recuerda que su casa, cuya fachada la pintó él mismo con una máquina elevadora, hace dos años, la construyó el año 1985, después de quitar La Muralla que pasaba por delante de donde iba ser su casa, como habían hecho otros vecinos anteriormente. Aquí quedé un poco perplejo con esta fecha, ya que consideraba que esto de destruir La Muralla de Rivas, había tenido que suceder mucho antes.
–¿Y las piedras?- Leopoldo, muy seguro, me contesta que se las llevaron a Pinsoro para unas obras.
Le recordaba, que como pueblo influyente, fue construida en siglo XVI por orden del Arzobispo de Zaragoza D. Hernando de Aragón para defender la población de Rivas de las riadas del río Arba de Luesia, quedandando en su interior todas las casas del pueblo, la Iglesia parroquial y la ermita de San Victorián. Él me habló del pasadizo entre dos casas por mantener la Muralla, y que ésta llegaba, bastante más abajo de la iglesia de San Miguel.
La conversación ha sido fluida y aún podía durar, porque una vecina nos ha ayudado a poner puntos sobre las íes. Debo despedirme de este animoso riverano, deseándole, que sea muy feliz durante muchos años en su casa de Rivas, donde yo, muy gustoso, trataré de visitarlo. Hasta pronto.
La casa de Leopoldo a media calle.
La Muralla ante la que fue ermita de San Victorián hasta 1895.
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