Lógicamente funcionaba con las aguas del río Agonías, que como ahora, no eran abundantes ni continuas, como nos ponen de manifiesto, los documentos que aporta en el libro «Historia de Farasdués», Saulo Rodríguez Lajusticia, cuando se refiere al siguiente compromiso :
«El molinero arrendatario del citado molino arinero há de residir continuamente en el pueblo, aunque el molino esté parado por falta de agua, para que si la huviere por algun aluvion repentino pueda aprovecharse en veneficio de los vecinos»
El mencinado libro, aporta abundante datos históricos sobre este Molino, entre ellos, la cesión que en nombre de la Iglesia, a quien pertenecía, hizo el Arzobispo de Zaragoza, Pedro de Apaloaza, al concejo de Farasdués en febrero de 1638, además del horno de cocer pan.
Hoy solo podemos contrastar las ruinas del mismo, pegadas a la población, en la calle que lleva su nombre: Cuesta del Molino; pero fue en 1812, cuando:
“El concejo de Farasdues, ante la necesidad de capital con la que hacer frente a los crecientes gastos provocados por la guerra, empeña el molino harinero por ochocientas libras jaquesas”
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