Neveros o pozos de hielo también los hay de estas características, pero predominan los construidos independientemente de la montaña o montículo. *ver Ejea*; pero en la villa de Tauste estos neveros fueron construidos del mismo modo que se hacían las casas-cueva picando en la cantera, pero en el solombrío orientados hacia el norte, todo lo contrario que se hacían para dedicarlo a vivienda.
Hoy he querido conocer esta ruta de las neverías en Tauste, que subiendo a la población desde su plaza de toros, encuentra una fuerte ladera muy bien aterrazada, con profusión de plantas y árboles y en su parte más alta, encuentras lo que en su momento serían «las neverías».
Es un lugar azotado por el cierzo, el viento dominante en nuestra comarca, donde aún quedan abiertos unos huecos que nos muestran su abandono bajo la roca de yesos; otros están cerradas sus puertas y alguno fue cerrado con obra.
Me cuentan, que algunos de los edificios construidos sobre estas cuevas, conservan chimineas, que posiblemente servirían para la introducción en el invierno, de la nieve o el hielo en estos neveros para su conservación.
Buscando información de estos enigmáticos lugares de la villa de Tauste, he llegado al documento que Ana Longás Pola escribiera en un especial del Boletín «El Patiaz» donde analiza nombres, rincones y detalles descritos en las obras de Sender, relacionadas con la villa de Tauste, y menciona «La Peña de las neverías»:
Un recuerdo vívido y muy impactante de la infancia para Sender debieron de ser las cuevas habitadas por personas de baja extracción social. En Tauste -en la subida hacia el convento de San Francisco y en la “Peña de las neverías”- y también en Alcolea de Cinca, se pueden hallar cuevas «habitables» y habitadas (en Tauste hoy en día aún vive gente en varias cuevas). En «Crónica del alba» encontramos el episodio con un mendigo ciego habitante de las cuevas a las afueras del pueblo, del que se apiada y a quien auxilia acompañándolo hasta su casa:
«… así anduvimos cruzando el centro del pueblo y salimos a las afueras.
El hombre caminaba muy despacio y tardamos bastante en llegar. Una vez allí tuve que ir a las primeras casas del pueblo ya de noche, a buscar cerillas para encender fuego, porque el pobre viejo estaba aterido. Al contar lo que sucedía algunas campesinas me dieron patatas crudas y trozos de pan y una me llamó cuando ya había salido para
darme sal en un papelito.
Yo permanecí algún tiempo en la cueva diciéndole al ciego cómo tenía que poner los pies para no quemarse, dónde estaban las patatas asándose entre la ceniza caliente, etc.También en “Réquiem por un campesino español”, incorpora una escena relativa a las cuevas, el protagonista de la novela como monaguillo acompañando al sacerdote mosén Millán a dar la extremaunción a un moribundo que vivía en una de ellas: “… Fueron a las afueras del pueblo, donde ya no había casas, y la gente vivía en unas cuevas abiertas en la roca. Se entraba en ellas por un agujero rec- tangular que tenía alrededor una cenefa encalada…”, “… el techo de roca era muy bajo, y aunque se podía estar de pie, el sacerdote bajaba la cabeza por precaución. No había otra ventilación que la de la puerta exterior…”, “…seguía mirando alrededor. No había luz, ni agua, ni fuego”.
Y aunque yo tengo que limitarme a visitar el lugar y comentarlo sin más datos, la lectura de este documento, es motivo para aconsejarles * lean íntegro,* este artículo de Ana Longás Pola, en el Boletín nº 11 y 12 de la Asociación Cultural «El Patiaz», elegido entre la importante reseña de la bibliografía de esta Asociación, para comprender mejor, que en más de un ocasión este gran escritor, Ramón José Sender, trae a sus relatos nombres , lugares y vivencias que nunca olvido de sus años vividos en este hermoso pueblo de Las Cinco Villas.
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