En las aguas de Pígalo nos retratamos unidos:
su esbeltez, mi juventud, su seriedad, mi alegría,
y juntando nuestras manos, nos juramos que algún día,
allá en su pueblo o el mío, se unirian nuestras vidas.
El agua siguió su curso, pasó mi pueblo y el suyo,
y no arrastró el juramento que se fundió en tu remanso.
Desde entonces… cuantas veces volvimos a tus orillas
a soñar y hablar bajico; a disfrutar de tu encanto
y sentír paz y sosiego junto al agua cristalina.
¡Qué felices nos hicieron esos claros horizontes,
ese verdor y esas piedras; los milenarios testigos
de mil promesas y sueños en las aguas de tus fuentes.
El tiempo pasó volando; pero nada se renueva,
como se renueva el agua de tu hermoso y viejo pozo.
Su vida quedó truncada. La mía… camino lleva.
¡Qué corto se hace el camino si hay felicidad y gozo!
Pozo de Luesia que adoro, sosegado y transparente,
hoy vuelvo a tus aguas, sola, a buscar con insistencia,
aquellos dulces recuerdos cargados de juventud.
Aquella foto en el agua, que fue luz en mi existencia.
J. R. G.
04-05-2005
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