¡Al Labrador de Ejea en su Monumento!
¡Al fin te encontré! Debía haber recordado que “la cabra siempre tira al monte” y al labrador le gustan los espacios abiertos.
No estás mal, al abrigo del cierzo y de cara al sol saliente, pero estás muy solo ante los nidos vacíos de las cigüeñas, fuera de la población para la que fuiste creado, donde quisieron rendirte homenaje y perpetuo recuerdo por tu trabajo y tus desvelos, por hacer un pueblo rico y próspero, evolucionando día a día los modos de cultivar la tierra, después de roturar con mulas y “bravantes” miles de Has. de sus montes.
Fue un Banco netamente aragonés, el Banco Zaragozano, quien encargó tu figura a Juan de Ávalos, y quizás, este gran escultor no puso en ti toda la rasmia del hombre del campo de Ejea, y te hizo: un bonachón sembrador, una miaja desganado.
Entre su flamante y nueva entidad bancaria que construyó en Ejea de los Caballeros en 1972, en el Paseo del Muro, llevando a su fachada los Cinco Escudos de las Cinco Villas y, el templo románico del Salvador, fue tu primer emplazamiento, hasta que alguien pensó que merecías embellecer la céntrica Plaza de la Diputación.
Hoy, esa plaza ha sido transformada, guardando bajo su suelo un amplio aparcamiento, y arriba… han vuelto algunos juegos infantiles y sobre un escenario, un curioso reloj de sol, que incrustando sus nombres en el suelo, rinde homenaje a unos ejeanos del siglo I antes de Cristo: los nueve jinetes segieses del Bronce de Áscoli.
Pero tú, ¿Cómo volver a esa plaza tan vistosa y moderna, hoy tan escasa de vegetación?
Has quedado aquí, entre olivos replantados y tamarices autóctonas, detrás del Museo Aquagraria, para que de reojo, puedas ver en su interior antiguas máquinas y aperos agrícolas de los que tú empleaste y que durante años, han recuperado los Hermanos Miguel Murillo. Delante del museo, ya están las esculturas que Juan Fontecha realizó en Galicia y donó al Ayuntamiento ejeano al construir este Museo de la Agricultura y el Agua en las Cinco Villas.
Tú, detrás de los modernos edificios, podrás seguir recibiendo el polvo de los caminos de Sora y otear que a cuatro pasos tienes rebosante la estanca del Gancho, y en lo alto, el Pantano de la Berné llenado desde Yesa, guardando sus aguas para momentos de alta necesidad… Un sueño inalcanzable en aquella época cuando sembrabas a mano.
Con mi visita y mi escrito no pretendo criticar tu devenir por los diferentes espacios urbanos de la villa; No es culpa tuya, pero permíteme me lamente de la falta de sensibilidad que las autoridades locales y la ciudadanía en general, tiene hacia los hombres del campo y precisamente, en una zona netamente agrícola, donde en el inconsciente, todo ejeano de cualquier actividad, guarda recios resquicios de agricultor y sueña que al jubilarse cultivará su huerto.
Un pueblo, donde los ingresos por agricultura son tan importantes, no solo en producciones, sino también en aportaciones de arriendos al Ayuntamiento, propietario de más de 10.000 Has. que cultivan sus agricultores.
No es fácil valorar lo propio y menos dignificar una profesión tan arraigada a nuestra propia tierra, a pesar que en muchos pueblos y ciudades, se sienten muy orgullosos de tener en pedestales y, en el centro de sus poblaciones a Pastores, Aguadores y Labradores. ¡ Confío que en nuestro pueblo, EJEA, sus Caballeros, algún día… también los reconoceremos !
José Ramón Gaspar.
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