Samba junto a su casa en obras, al fondo la iglesia.
«Todos los pueblos abandonados están deshabitados pero no todos los pueblos deshabitados están abandonados» Calderón
He visitado Lacasta. Hacía tiempo que no llegaba hasta este bello paraje del término de Luna, y al llegar hasta la entrada del pueblo, he quedado sorprendido al encontrar aparcados cuatro o cinco coches, manteniendo sobre ellos las muestras de los polvorientos caminos que hay que recorrer para llegar a él.
Apilados, ladrillos, sacos de cemento y otros materiales, testifican que hay obras en su caserio. Unos gallos cantan y unos perros cariñosos me reciben, diciéndome que en Lacasta hay vida, algo que en otras ocasiones no pude decir. *recordar*.
Efectivamente, desde hace un tiempo, un descendiente de este pueblo, con un apellido bien conocido, como Alegre, mantiene una recua de burros que limpian la maleza de su entorno. Por sus callejas, estrechas y pedregosas, ya se puede caminar, y algunos de los tejados que veíamos hundidos, hoy los vemos recuperados.
Son unas siete personas jóvenes, que individualmente pueblan Lacasta, dedicadas todas ellas a la recuperación de viviendas, y lamentándose, algunas de ellas, de la falta de ayudas para llevar adelante la recuperación de las mismas. Entre estas personas, me llama la atención la presencia de Samba, un joven senegalés que habla perfectamente nuestro idioma, y muy amablemente, me muestra la obra que está llevando a cabo en una de las casas.
Un bello contraste, la presencia del joven del Senegal ante la iglesia románica de San Nicolás de Bari.
A unos y otros les deseo que nos les falte el ánimo y encuentren las ayudas necesarias para llevar a buen fin, esta magnifica labor, de recuperar la vida en un pueblo abandonado, como Lacasta. ¡Suerte amigos!
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